En vez de parábolas mansas, anda por todos los caminos polvorientos con un discurso incendiario de conciencias dormidas. En vez de un látigo para espantar a los mercaderes y a sus duros centuriones, anda con un Nuevo Testamento y dos peñones, por si acaso. En vez de juntarse con seudo apóstoles mitrados, anda con pobres infelices sin blasones ni honores. En vez de prometer felicidad sólo en el cielo, propugna primero la felicidad aquí abajo. ¿Es posible concebir las más legítimas luchas sociales de nuestro tiempo sin la cachucha, la melena y la barba de ese curita en el zapato que es Rogelio Cruz?