Pedro Santana…Buenaventura Báez…Ulises Heureaux…Rafael Leónidas Trujillo Molina…Joaquín Balaguer… ¿Cómo es posible que no nos hayamos dado cuenta, sino hasta ahora, de que todos han sido unos chivitos jartos de jobo, comparados con un personaje de nuestra contemporaneidad, cuya urdimbre procede de los siglos de un autoritarismo que ha sido (y evidentemente sigue siendo) indispensable para la existencia de esto que pomposamente tenemos el tupé de llamar “República”? Ese personaje de perfil proceroso no puede ser otro que El (así con mayúscula endiosante): Roberto Rosario Márquez, dueño absoluto del futuro.