Hay temas que a veces es mejor no tocar porque pueden tener un efecto bumerán. Este es el caso de la reseña wikipédica sobre la corrupción a lo largo de la historia y en las sociedades actuales, hecha por el ex presidente Leonel Fernández en su último artículo, publicado en el Listín Diario la semana pasada.
Al leerlo, da la impresión que la corrupción sería el karma de la República Dominicana y de toda América Latina. Estaríamos ante un lastre consubstancial a nuestra historia que formaría parte, no obstante, de una corriente normal, histórica y mundial, que se expresaría a través de prácticas usadas por países “que tienen siglos de civilización”. Con el dato ofrecido sobre las indulgencias medievales los corruptos pueden sentirse tranquilos: por dinero, hasta la Iglesia borra sus culpas.
En su enfoque, el autor parte de la enumeración de una larga lista de países corruptos; queda implícito que el estar en tan amplia y “buena” compañía nos exime en cierta manera de responsabilidad. Otro enfoque del asunto hubiera podido ser más aleccionador para las presentes y futuras generaciones y hubiese sido el de referirse a los países considerados los menos corruptos del mundo. Según el Índice de Percepción de la Corrupción los países que figuran en esta lista se caracterizan por tener gobiernos abiertos, libertad de prensa, libertades civiles y sistemas judiciales independientes.
En su cátedra, el ex mandatario hubiera podido también poner como ejemplos a los estadistas y a otras grandes figuras dignas de admiración y de real reconocimiento por haberse mantenido firmes en sus principios y sin que apareciera en sus mentes ni por asomo la idea de caer en el gancho de la corrupción.
En América Latina, el ex presidente Mujica ha demostrado que se puede gobernar sin vender su alma al diablo. En nuestro país, en particular, el profesor Juan Bosch, el maestro del cual sin ningún tipo de vergüenza se reclaman todavía hoy en día todos los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana que nos gobiernan y que han logrado poner su partido y el país en jaque.
Quienes publicaron en su tiempo el Álbum de la Corrupción, los que eran los puros y duros y los únicos “buenos” de la política dominicana, cargan sobre sus espaldas –no quise escribir conciencias- con los mayores enriquecimientos ilícitos de la historia dominicana a pesar de la plétora de leyes, cortes judiciales y elefantes blancos jurídicos creados durante las presidencias del presidente Fernández y que no han podido surtir efecto frente a la “fatalidad” de una corrupción contra la que no valdría la pena luchar si nos llevamos del artículo que comentamos.
Gracias a todo un entramado y a un sutil blindaje sufrimos, en consecuencia, en carne propia, el otro flagelo que el ex presidente de la República no mencionó y que es el que hace verdaderamente grave el fenómeno de la corrupción: la impunidad. Esta se filtra en la sociedad vía la ausencia de acciones judiciales o por medio de acciones amañadas. Se socializa a través de los mensajes y meta mensajes que transmite el aparato de comunicación al servicio de quienes nos gobiernan y que han “logrado” hacer de la República Dominicana una de las sociedades más injustas de América Latina.
¿Vale acaso la pena preguntarse por qué el ex presidente Fernández escribió el artículo que escribió en el momento en que lo escribió?