El desarrollo de la pandemia en Europa ha sido a menudo un elemento de referencia para América Latina, donde el brote comenzó probablemente con casos importados en su mayoría de Europa, para luego evolucionar de manera exponencial mientras en Europa se observaba un control de la pandemia.

En el último mes hubo un rebrote en Europa que en algunos países ha llevado a una incidencia diaria comparable con las mayores que se están teniendo en América Latina. El análisis de las posibles causas de ese rebrote y de las medidas que se están tomando puede brindar elementos de reflexión para una comprensión de lo que está ocurriendo en nuestro subcontinente y sobre las medidas que puedan aliviar o controlar la pandemia.

Una tal reflexión es imprescindible si se toma en cuenta una reciente entrevista del director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases, Anthony Fauci, que prevé que el problema nos acompañará al menos hasta Navidad, (no de este año, sino del 2021, valga la aclaración) con previsiones aún más sombrías (cuatro años) para algunas regiones del mundo, lo cual obliga a considerar el impacto de largo plazo que puede tener la necesidad de convivir con una pandemia endémica.

En Europa el rebrote es muy significativo en cinco países que aparentemente habían podido controlar la pandemia, Francia, España, Alemania, Italia y Reino Unido.

Su tamaño se puede estimar a través de la evaluación periódica del incremento promedio de casos detectados durante las dos semanas anteriores a la fecha de evaluación. Tomando como referencia una tal evaluación llevada a cabo el 21 de julio, un mes después los cinco países registraban aumentos del 330, 360, 180, 140 y 50% respectivamente y hace tres días, estos aumentos, siempre respecto al 21 de julio, han alcanzado el 1270, 800, 600, 250 y 350%.

Esto ha llevado a nuevas medidas de contención como las de aislamiento parcial de algunos barrios de Madrid, la definición de zonas rojas en muchos departamentos franceses y el nuevo lockdown de un país, Israel, que siempre se había resistido a esa medida y que la ha impuesto no obstante la coincidencia con las festividades de Rosh Hashaná.

En el mismo periodo la situación en América Latina aparece a primera vista más controlada, como muestra la tabla siguiente, en que se presentan, para los países latino americanos con más de 65000 contagios, las variaciones porcentuales (respecto al 21de julio) de las incidencias promedios durante las dos semanas anteriores, calculadas con referencia a las mismas fechas utilizadas para los mencionados países europeos.

La comparación de estos resultados con la aceleración del rebrote en Europa puede sugerir la idea de una situación mucho mejor en nuestro subcontinente, donde solamente en dos países, y sobre un periodo de dos meses, ese indicador ha registrado un incremento porcentual comparable con los que se dieron en Europa en el primer mes del rebrote.

Lamentablemente, no es así. La utilización de los indicadores debe siempre ser contextualizada y analizada de manera global.

El innegable incremento de los casos detectados en Europa tiene muchas explicaciones que se deben tomar en cuenta. Una es, indudablemente, la escasa observancia de algunas medidas de contención impuesta por la necesidad de reactivación de la economía. Un efecto de esta naturaleza puede preverse también en América Latina y, frente a la inevitabilidad de tales relajaciones, no se abogará nunca demasiado por la necesidad de seguir todas las recomendaciones que contribuyan a reducir el riesgo de contagio. Otra causa fue justamente el descuido de tales precauciones por la época de verano y otra, a la cual volveremos más adelante, a condiciones socioeconómicas. Esto se aplica en particular a los barrios parcialmente aislados de Madrid, que presentan una situación comparativa con los barrios residenciales relativamente similar a la de muchas capitales latinoamericanas, siendo en su gran mayoría barrios de baja renta (lo cual incidentalmente vuelve muy complicada la implementación de la medida y genera un descontento social que no se puede ignorar).

Además, hay otra diferencia que no se puede pasar por alto y se refiere a las pruebas para detectar los contagios. Estos datos no son siempre homogéneos porque pueden contarse o no las pruebas repetidas a una misma persona, y hemos encontrado algunas diferencias entre diferentes fuentes de datos, más marcadas en el caso de países europeos.

Sin embargo, a pesar de estas limitantes, está claro que el número de pruebas en Europa, así como en Estados Unidos, es significativamente mayor que en América Latina.

Esto se reconoce en la siguiente tabla que, dentro de las incertidumbres mencionadas, compara el número acumulado de pruebas por mil habitantes. Los días a los cuales se refiere la comparación no son los mismos en cada país, ni la fuente es la misma.

De toda manera, todos los datos se refieren a un día entre el 11 y el 18 de septiembre. Datas las incertidumbres recordadas, hemos redondeado los datos a la media decena.

Puede llamar la atención la ubicación de Venezuela y Argentina en la tabla. Esto probablemente refleje otra diferencia en la política de aplicación de las pruebas. Hay países, como los europeos y Venezuela donde las pruebas se aplican también a personas con pocos o ningún síntoma, mientras en la gran mayoría de los países latinoamericanos solamente se aplican a quien presente algún síntoma y hay países, como Argentina y Honduras, que requieren también que se pertenezca a grupos de riesgo.

Una consecuencia de lo anterior es que en Europa se contabilizan también los contagiados leves o inclusive asintomáticos que, aunque en medida diferente según el país, no siempre son identificados en nuestros países.  Esto se refleja en otra diferencia significativa, relativamente a las hospitalizaciones, en particular en unidades de cuidado intensivo. En Europa la presión sobre las UCI a pesar de los contagios crecientes sigue siendo mucho inferior a la que hubo por ejemplo en marzo, a diferencia de lo que ocurre en América Latina, donde ocupaciones de las UCI mayores del 50% son frecuentes.

Otra diferencia que hay que recordar se presenta en las políticas de rastreo de los contactos, que en América Latina varían entre ningún rastreo, rastreo limitado y rastreo completo, práctica ésta bastante difundida en los países europeos.

El tema de las pruebas es asociado a varios problemas que tampoco se deben considerar resueltos en los países donde se hacen más pruebas. La demora en los resultados reduce la utilidad diagnóstica de la prueba y este factor puede sugerir el uso de pruebas rápidas poco sensibles a bajas cargas virales, como útiles mecanismos de identificación de infectos supercontagiosos.

Estas últimas observaciones muestran la complejidad y seriedad de la situación que se está atravesando. Sin embargo, hay que destacar que esta afirmación no se limita al aspecto epidemiólogico y de resiliencia del sistema sanitario.

Si tiene razón Fauci, al prever una situación endémica que se prolongue al menos hasta finales del 2021, los problemas económicos y de alto impacto social que hay que afrontar son muchísimos ya que el contraste entre salud y economía se manifestará en múltiples aspectos.

La contracción este año del PIB en República Dominicana, prevista en un 1%, es la menor de la región, e incomparablemente menor de las previstas en Europa (8%, con porcentajes mayores, 10-11% en España e Italia), pero no se puede ignorar que hay algunos aspectos altamente vulnerables en el intercambio del país y de la región. Entre ellos priman la dependencia de las remesas, el sector turístico, y el sector agroalimentario.

Hasta ahora el efecto de la pandemia sobre las remesas, sobre todo en República Dominicana, ha sido en un primer momento limitado e inclusive se han registrado aumentos, pero la sostenibilidad de los datos actuales podría no ser banal, si se amplificara la crisis del mercado laboral de Estados Unidos.

El sector agroalimentario debería ser capaz, a primera vista, de mantener niveles aceptables, pero ¿podría aguantar una crisis de demanda en Estados Unidos? ¿Y un posible dumping debido a un aumento de la competencia si hubiese una baja de la demanda?

Una análoga observación se aplica al sector turístico. El impacto de la pandemia sobre este sector hasta ahora ya ha sido tremendo. La crisis del transporte aéreo es solamente uno de sus aspectos y puede tener consecuencias también en los intercambios de bienes con otros continentes, aunque el tema es complicado ya que hay que tomar en cuenta muchas otras variables, como por ejemplo el andamiento del costo de los combustibles. Con referencia al turismo, la crisis del transporte aéreo puede tener diferentes efectos en el aspecto tarifario, aunque personalmente veo más probables reducciones en el mercado europeo que en el latinoamericano que es más oligopólico.

Sin embargo, el efecto en los servicios hoteleros, tan importantes acá, pueden ser muy serios y no sostenibles a largo plazo. Muy indicativo es lo que ha ocurrido en Italia, donde los hoteles han bajado sus tarifas del 22% en Venecia y entre el 5 y el 10 % en Roma y Florencia. Éstas son las tres ciudades de mayor turismo cultural, lo cual indica que peor es la situación del turismo vacacional, para el cual Italia tiene competidores como Croacia, Grecia, España.

La situación del Caribe es parecida, con numerosos países potenciales competidores. El efecto combinado de esta competencia y, en caso de rebrotes o larga duración de la pandemia, de una posible baja de la demanda europea, inevitable si se considera el riesgo de quedar confinado o tener que afrontar un confinamiento al regreso no puede ser menospreciado.

Estas consideraciones imponen en primer lugar promover la demanda nacional y esto nos lleva a la observación que son necesarias acciones agresivas para sostener en general y no solamente en este sector la demanda interna, con todo lo que esto implica en un país con una alta tasa de economía informal. Un reciente foro virtual del SICA y BCIE ha presentado sobre este tema resultados que no pueden no preocupar, cuando se considere que en nuestro país las intervenciones de apoyo social han estado por debajo del cinco veces mayor promedio regional,

En el diseño de políticas públicas que tomen en cuenta escenarios como el previsto por Fauci, hay otro aspecto que no puede ignorarse y es el riesgo de acciones individuales de países que cultiven la ilusión de poder salvarse, solos, de la que puede ser la mayor crisis mundial después de las de hace un siglo, en el marco de políticas bilateralistas que, también por otras razones, se están afianzando.

En caso de una larga duración de la crisis, tales políticas inevitablemente producirán resultados diferentes en los distintos países, pero es difícil dudar que a nivel regional los resultados globales serían peores de los que solamente se pueden conseguir, evitando el riesgo de posibles consecuencias desestabilizadoras, a través de una fuerte y fortalecida cooperación regional centroamericana y caribeña, que cubra todos los sectores estratégicos, entre los cuales se destacan educación, salud y el tecnológico, y apueste al multilateralismo al menos de parte de nuestra región.