Independientemente de cuál partido o candidato gane las próximas elecciones presidenciales, el gobierno que se instale en agosto va a tener que enfrentar retos fiscales de considerable magnitud.
Y el mayor de ellos no es, como cree mucha gente, incluso muchos economistas, suprimir o bajar el déficit fiscal para parar la carrera de endeudamiento. Ese es un reto formidable, pero no es el único ni el mayor. Si fuera así, bastaría, como piensan muchos, con suprimir gastos superfluos o innecesarios y controlar la corrupción, o yendo un poco más allá, eliminar instituciones o programas duplicados e ineficaces, usados para fines clientelares.
Todo eso es necesario, o al menos conveniente, pero, como decía la canción de Los Guaraguaos, “no basta rezar, hacen falta muchas cosas” para resolver problemas acuciantes del país. Gastar de manera racional y eficiente el dinero que los contribuyentes ponen en manos del Gobierno ni siquiera es propiamente un asunto de política económica, sino una condición existencial, que nos remite a qué tipo de sociedad queremos, hacia dónde queremos conducir este país.
Independientemente de que los ciudadanos y empresas paguen muchos o pocos impuestos, todo funcionario público tiene la obligación de gastarlos de manera eficiente y pulcra y todo ciudadano tiene el deber de reclamar que así sea. Por tanto, que haya corrupción no puede servir como excusa moral para negarse a pagarlos. Es deber de todo dominicano luchar para que no haya corrupción, sin importar lo mucho o poco que pague.
Pero volvamos al principio: enfrentar el déficit y el endeudamiento es solo una pequeña parte del problema. Y aún este no es sencillo, porque si fuera así lo más fácil sería bajar gastos, en un país en que los gastos públicos son bajísimos, en comparación con casi cualquier otro país de cualquier continente.
Hay por lo menos otros cuatro grandes problemas (entiéndase, grandes), que requerirán la atención de las autoridades, y de toda la sociedad dominicana, incluyendo a ricos y pobres, empresarios u obreros, peledeistas o perremeistas y de cualquier partido.
El que crea que los va a resolver con una carga tributaria de 15% es porque entiende poco la economía; y empeñarse solo en equilibrar las finanzas públicas dejando todo lo demás igual conduce al riesgo de pasar a la historia como un abismal fracaso.
Lo primero es que reducir el coeficiente de gastos públicos no es la opción, sino todo lo contrario, pues hay una serie de áreas en las cuales va a ser urgente gastar más, como salud pública, agua y saneamiento ambiental, justicia y policía, infraestructura de transporte y de cualquier tipo, etc.
Ya sabemos que con gastar más no hay garantías de que se resuelve el problema como, dolorosamente, nos ha mostrado el sector educativo, pero de lo que sí estoy seguro es de que no hay solución sin más dinero. Mejorar los resultados en salud pública, en la seguridad ciudadana o en el sistema judicial requiere siempre mejoras institucionales, pero sin más recursos eso será un sueño.
Ni qué decir del sector agua y saneamiento, en un país en que las ciudades están llenas de basura; las lluvias torrenciales ocasionan daños materiales y humanos evitables; los desechos humanos y animales terminan, sin tratamiento, en calles, cañadas y ríos; estos se llenan de desperdicios y plásticos en campos, pueblos, barrios y ciudades; ni qué decir de los hogares que carecen de servicios de agua potable o que, diciendo tenerla, cuando abren la llave solo les sale aire.
Pero hay más, pues hay problemas que no han sido enfrentados y que son fuentes de riesgos de inestabilidad económica y política. O, peor que eso, de inadmisible injusticia.
Lo segundo es el sistema de seguridad social, pues de seguir las cosas como van terminaremos, no con pensiones ridículas para los dominicanos, sino con una porción ridícula de dominicanos recibiendo pensiones.
Lo tercero es si el país va a seguir permitiendo un sistema municipal incapaz de resolver ninguno de los problemas comunitarios. Y lo cuarto es la deuda y el déficit del Banco Central. Volveremos sobre ellos.