La evaluación de desempeño docente iniciada por el Ministerio de Educación de la República Dominicana en el 2017 está casi en su etapa final. El 17 de Julio este Ministerio le comunicó al país que de 60,100 profesores que participaron, solo un 3 % alcanzó el nivel de excelencia, el 23.9 % la categoría de muy bueno y el 35.1 % de bueno. No se ha explicitado la categoría del 38% restante, pero se puede intuir que es mejorable. El proceso de evaluación de desempeño docente ha sido complejo, intenso y en su desarrollo ha presentado aspectos mejorables. A pesar de las necesidades de mejora, la evaluación de desempeño es necesaria y un proceso importante que debemos cuidar y apoyar. Ahora es necesario aprovechar los resultados de la evaluación para tomar decisiones pensadas y de calidad. Decisiones que impacten la gestión y la formación de los que dirigen la educación; y de los docentes y equipos de gestión de los centros educativos. Las decisiones han de contribuir para que las instituciones formadoras de docentes revisen, también, su política y propuesta formativa. Animamos al equipo del Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE) a que siga poniendo lo mejor de sí al servicio de un proceso de evaluación del desempeño docente con rigor y transparencia.

En este contexto es importante reconocer que participamos de un Sistema Educativo carente de políticas sostenidas; funciona con políticas coyunturales que reproducen los problemas. Además, por este tipo de políticas hay muchas dificultades irresueltas. Sostenemos que hay cuarto factores que inciden significativamente para que la formación de los docentes adquiera calidad y consistencia. Un primer factor es la organización del tiempo escolar de tal modo que los profesores cuenten con tiempo para estudiar y analizar la práctica con sus pares. Si tienen esta oportunidad, además de reaprender, profundizarán en las raíces de sus vacíos y carencias. Los maestros tienen el reto de mirar de forma analítica y reflexiva lo que hacen, cómo lo hacen y lo que realmente tendrían que hacer. Su práctica se convierte en texto y en contexto para investigar su ejercicio docente. Este proceso posibilita un autoaprendizaje calificado.

El segundo factor está asociado a la formación de los profesores como investigadores. Sin investigación la calidad educativa es una quimera. Este proceso es fundamental si se quiere un cambio significativo en el ejercicio de la docencia, en el rol de mediadores que desempeñan los profesores. Esta mediación es pobre por la falta de solidez de los procesos formativos de los maestros. Es tiempo de que desde el Nivel Inicial, Educación Primaria, Educación Secundaria y la Educación Superior se apoye la formación de los maestros en el campo de la investigación. Es hora de concretar acciones que focalicen la práctica investigativa de los maestros. Para ello se han de poner en ejecución políticas específicas que contribuyan con la mejora continua de la tarea docente.

El tercer factor se vincula con el acompañamiento a la práctica educativa de los maestros. Reiteramos que el proceso de acompañamiento ha de ser sistemático y planificado teniendo en cuenta las necesidades sentidas de los maestros y de los centros educativos en las que trabajan. Si el acompañamiento solo llega a determinados centros por su cercanía y facilidad de acceso, se acentúa la vulnerabilidad de la formación y de la práctica educativa de los maestros. Si los profesores que trabajan en zonas montañosas y con otras complejidades geográficas carecen de un acompañamiento continuo, se les niega la oportunidad de mejorar su desempeño docente y, sobre todo, se les priva de un derecho que, al no ser atendido, pone en cuestionamiento la equidad y la igualdad de derechos en el sector educación. Nos interesa que las decisiones que deriven de las informaciones extraídas de los datos aportados por la evaluación de desempeño tomen en peso lo que supone un acompañamiento pedagógico orientado a la transformación de la práctica educativa y de la cultura de los centros educativos.

El cuarto factor se relaciona con la responsabilidad de las autoridades educativas. No es aceptable que todavía en el sistema educativo haya personas que ejerzan la función docente y desempeñen funciones directivas solo con la formación del bachillerato. Un acto de responsabilidad de los gestores de la educación es arbitrar los medios necesarios para que esas personas eleven su formación, al menos a nivel de grado. Esperamos que los datos aportados por la evaluación de desempeño de los docentes no se queden en las gavetas del Ministerio de Educación ni en las actividades publicitarias. Necesitamos que susciten acciones efectivas a favor de una formación docente más calificada.