"El que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe nunca debe olvidar"-

Proverbio hebreo.


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Todo país decide soberanamente sobre sus estrategias productivas y las rutas más convenientes de diversificación de su comercio exterior. Esto incluye la selección de sus socios comerciales en función de los requerimientos de sus estrategias de desarrollo de largo plazo.

La elección de la República Popular China como nuevo socio formal del país es una decisión de Estado acertada pero algo deslucida por los malos modales mostrados en la despedida de quien fuera un excelente amigo durante algo más de siete décadas.

La imaginábamos con algún discurso de despedida, algo que no creemos que los chinos continentales prohibieran en las negociaciones previas que convergieron en el impensado anuncio de reconocimiento diplomático, destacando aquella parte del famoso proverbio hebreo que reza que el que recibe nunca debe olvidar.

Están fuera de toda duda las contribuciones al desarrollo nacional que la pequeña China en Taiwán hiciera, en el contexto de su reconocimiento limitado, durante más de siete décadas al desarrollo nacional; sus apoyos abarcan importantes inversiones, asistencia técnica y generación de capital humano, involucrando todo ello a más de cincuenta y siete empresas taiwanesas con intereses en el territorio nacional.

Su historia de solidaridad con los dominicanos terminó con el descenso en soledad de su bandera tricolor en la sede diplomática, en presencia de un reducido grupo de personas, en su mayoría empleados, dominicanos y extranjeros. Con el lento descenso de la bandera parecía montar altura el olvido de las buenas obras de quien fuera hasta hace poco un formidable aliado del Estado dominicano, en las buenas y en las malas.

Con todo, tendremos siempre presente la afabilidad, sapiencia, desprendimiento y deseo de ayudar de los técnicos y expertos taiwaneses.

Su recuerdo debe perdurar en los corazones de quienes trabajan hoy en el CAID, sistema 911, Infotep, CESAC con sus cámaras de vigilancia (dos millones de dólares), Centro de Capacitación y Producción Progresando con más de seis mil hogares como beneficiarios, zona franca de Tamboril, programas de becas, primera planta de energía fotovoltaica en Monte Planta e innumerables proyectos agropecuarios, entre otras muchas importantes obras y donaciones ejecutadas.

Algunos amigos me han preguntado si fue una mala decisión romper con Taiwán e iniciar un relacionamiento formal comercial, económico, científico-técnico y de apoyo crediticio con el gigante asiático.

La realidad es que siempre hemos tenido relaciones oficiales no diplomáticas y relaciones comerciales muy intensas con este milenario país. No podríamos negar que las estanterías de nuestros establecimientos comerciales están abarrotadas de productos chinos de una variedad realmente asombrosa, sin contar los medios de transporte y los equipamientos tecnológicos para la comunicación moderna. También es cierto, dicho sea de paso, que una gran parte de estos productos pueden ser producidos en el país sin más inconvenientes que el aseguramiento de las inversiones necesarias y el apoyo gubernamental.

La agresividad comercial de China es tan grande como pequeña es la iniciativa emprendedora e innovadora de nuestra llamada clase empresarial.

La presencia masiva de China en los mercados regionales es absolutamente comprensible cuando conocemos que, si en el año 2000 China representaba cerca del 3,6% del PIB mundial con un aporte de aproximadamente 0,3 puntos porcentuales al crecimiento global, a partir de 2010, cuando logra la impresionante participación de un 9,2% de esa producción, su contribución se multiplica más de tres veces, alcanzando casi un punto porcentual al año.

Este formidable avance, en el que hay detrás una formidable infraestructura científica y tecnológica, estrategias internas y globales bien diseñadas, y un régimen autoritario que mantiene una férrea disciplina social, terminó de manera definitiva con las viejas aspiraciones de Taiwán de retomar el control de toda China, conformándose finalmente con su realidad territorial isleña.

En adición, con la consolidación reciente del poderío militar de la República Popular China, que ya compite con las tecnologías militares más sofisticadas de los Estados Unidos y la Federación Rusa, a Taiwán no le quedan más opciones que acercarse a China, mantener sus aliados tradicionales y ampliar sus redes de intercambio comercial, financiero, económico y científico-técnico con el resto del mundo.

Mientras la República Popular China es reconocida hoy por 176 países (contra 48 en 1969), Taiwán lo es solo por 19 (contra 71 en el año indicado). En este contexto, sigue siendo política innegociable del gigante asiático no mantener relaciones diplomáticas con los gobiernos que reconocen a la República de China en Taiwán como estado independiente. O sí o no.

El resultado de elegir entre la China popular y la China isleña parece a primera vista muy beneficioso para el país. No obstante, la relación multi-aristas con la China continental puede ser simultáneamente una gran oportunidad y una amenaza. Todo dependerá de la estrategia deliberada que adoptemos para beneficio del desarrollo del país.