Al mirar nuestro presidente agotándose a medida que pasaban las horas de su interminable monólogo del pasado 27 de febrero me surgió la curiosidad de saber lo que se entiende por una “rendición de cuentas” en países democráticos.

¿Me pregunté si los asesores encargados de elaborar tan importante pieza no le estaban imponiendo una carga demasiado pesada a nuestro primer mandatario logrando que el discurso del presidente de la República Dominicana fuera más largo que el discurso de Donald Trump sobre el Estado de la Unión?

Resumiendo al extremo, hay dos tipos de rendición de cuentas. Uno de ellos es el característico de los regímenes parlamentarios de tipo europeo, donde el gobierno rinde cuentas de manera continua ante el parlamento, y el otro parte del Informe sobre el Estado de la Unión, propio del sistema presidencialista de los Estados Unidos, en que el ejecutivo da cuenta de sus acciones al congreso una vez al año.

En ambos casos de lo que se trata es de que el legislativo reciba un informe del ejecutivo acerca de sus actuaciones, particularmente acerca del cumplimiento de los compromisos establecidos en el presupuesto de la nación.

En Francia, el más presidencialista de los países de la Unión Europea, la reforma constitucional de 2008 reformuló el papel del parlamento con relación al ejecutivo y a la manera en que debe ejercer su control y evaluación de las políticas del gobierno.

Al mismo tiempo, el parlamento y sus miembros han sido sometidos a presiones crecientes de rendición de cuentas sobre los fondos públicos a su disposición y sobre su actividad parlementaria.

El control parlamentario se orienta entonces hacia la evaluación de leyes y políticas públicas tomando en cuenta la eficiencia en el uso de los recursos. Se estudia la evolución del gasto público desde una perspectiva de auditoría y de la accountability anglosajona.

Es alrededor de los aspectos financieros de una política o de una acción que la rendición de cuentas se ha construido y formalizado en la historia.

Se trata de evaluar las realizaciones y comparar los objetivos con los resultados, equiparar los recursos erogados con los presupuestos aprobados, justificar la acción gobernamental demostrando su intencionalidad y el respeto de las normas de ejecución durante la realización.

En nuestro pais las primeras rendiciones de cuentas del período “democrático” fueron realizadas por el presidente Balaguer. Lo que debió ser parte de un ejercicio institucional propio de poderes que interactúan entre sí, como en los sistemas europeos y norteamericano, fue convertido por el presidente Balaguer en una tribuna para exponer ideas y proyectos políticos, exaltar los logros de su gobierno y sus propósitos, desvirtuando de esta manera el sentido de la rendición de cuentas.

Este modelo fue retomado por los gobiernos del PRD y exarcerbado y magnificado por los gobiernos del PLD. Los discursos de los presidentes se han vuelto catálogos de acciones grandilocuentes hasta llegar al récord de este año.

Sin embargo, a pesar de lo largos, nuestros discursos de rendición de cuentas no son exhaustivos y sí más bien arbitrarios: responden a los temas predilectos de los mandatarios de turno y a sus intereses, no siempre muy claros.

Todos quieren promover lo positivo y esconder lo negativo. No quieren explicar cómo una obra presupuestada en 100, pasó a costar 1000, y de donde provienen los 900 faltantes; obvian el endeudamiento, la inflación. Se habla de exportaciones pero no se mencionan las importaciones. Se habla de construcciones de hospitales, pero no se habla de las muertes neonatales, confirmando así que hacer creer que el vaso está a mitad lleno tiene poco que ver con la realidad de las grandes mayorías.

El discurso del presidente Medina fue un discurso de medias verdades, una expresión selectiva de la realidad donde los silencios terminan siendo más elocuentes que las palabras, una especie de juego entre lo que se quiere decir, se niega a decir, pero que se dice finalmente en medio de implícitos.

En este contexto, se explica fácilmente que muchas de las personas que oyeron esta pieza la consideren como un ejercicio de manipulación de la opinión pública.

De la misma manera, el carácter sesgado de la selección de los temas y las cifras ha dado lugar a múltiples señalamientos y correcciones, como es el caso de los interesantes apuntes ofrecidos por la Fundación Juan Bosch a propósito del empleo, los salarios, la pobreza y las pensiones.

La rendición de cuentas del presidente Medina comenzó por la exaltación de su obra de gobierno a lo largo de los seis últimos años y terminó con la de su propia persona.      

Todo ello, para decir lo que finamente dijo, aunque sin decirlo explícitamente, pero que todo el mundo entendió. El presidente está dispuesto a pagar el precio que sea para seguir sacrificándose por su pueblo.