La sociedad dominicana, diagnosticada lo más objetivamente posible, requiere ser remodelada. Acusa actualmente un ostensible Pánico Moral, que al decir de Anthony Giddens y Philip Sutton es una “Reacción societal exagerada frente a un determinado grupo o un tipo de comportamiento, que se entiende como síntoma de un malestar social moral más general”. Nos encontramos en una reproducción social de la sociedad que expresa y jerarquiza la desviación social, en todas sus formas y dimensiones.
Existe un clima de miedo; miedos sociales, consecuencias de la sistematicidad con que operan los delitos en el tejido social, que coadyuvan con la ola de violencia en sus diversas ramificaciones: Social, Criminal, agravado con el aumento del delito de Cuello blanco y la delincuencia política.
El Patrón Social con que nos encontramos es un marco de referencia disfuncional, que ruptura el cuerpo social a través de la descomposición. La anomia que se verifica en nuestra formación social, no puede ser peor. La ausencia de normas sociales eficaces, no es producto, en la sociedad dominicana, de un rápido cambio social. Es el modelo referencial negativo que se yergue en las instancias del poder político y en la complicidad de los poderes fácticos o actores estratégicos.
La contemporización y complacencia de una cuota significativa de la elite económica y social no neutraliza y empuja hacia una dinámica social más halagüeña, que augure una más efectiva interactuación social. Relaciones sociales que emerjan con mayor grado de confianza, de mejor construcción de Capital Social.
La economía creció en el 2016, la pobreza monetaria se encuentra en 30.5% según informes oficiales; empero, esos mismos órganos del Estado nos dicen que la desigualdad social aumentó 1.7% en el año referido. Esto aborda la problemática de la Cohesión Social, de una flagelación social que impide la incorporación de una amplia franja de la sociedad al espacio vital de la modernidad.
La desigualdad es la “roncha” social de la exclusión, merced a una política deliberada de inadecuada redistribución del ingreso. La desolación social es más grave cuando observamos el crecimiento de la economía y la correlación inversamente negativa de los sueldos y salarios de los que producen la riqueza con su fuerza de trabajo.
Si añadimos toda la problemática de la corrupción y su germen más cancerígeno: la impunidad, el ciclo de la remodelación social exige un verdadero cambio de rumbo. No podemos seguir siendo una sociedad con los paradigmas, con los estereotipos y etiquetados del concierto de los países de la Región y del mundo, más deslizados en la pirámide de los comportamientos desviados.
Lo que nos están arrojando los datos de diferentes informes internacionales es espeluznante. El Informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, sintetizado por el Periódico El Día, señaló “El 6% de las drogas que entra a Estados Unidos pasa por República Dominicana. La persecución de los funcionarios corruptos no es la norma y que el Sistema Judicial también está permeado por este mal, además de estar politizado”.
La pertinencia actual, más allá de la alienación, que se dibuja y grafica en 4 componentes consustanciales a la anomia, son: la impotencia, la falta de sentido, el aislamiento y el autoextrañamiento. Es lo que viene ocurriendo en la sociedad con la violencia y con el grado de degradación del Poder Político.
Esa degradación del Poder Político se decanta a partir, sobre todo, del 2005, cuando se orquestó una visión de hacer política iconoclasta: el Estado como negocio. La interpenetración de política y negocios, donde hacer política es la corriente más movediza de la Plutocracia. La política es cara y la elite política en el poder la prefiere así para “competir” con signos de ventajas colosal.
Es lo que explica que las leyes de Partidos Políticos y del Régimen Electoral no se hayan aprobado. Control, regulación, límites; yugulan y desarticulan el estandarte de éxito de hoy. La cleptocracia, así construida, no puede remodelarse desde de sí misma. El vientre solapado en seda de algodón se cosió en máquinas firmes que no pueden desconstruir. Desmadejar esos hilos putrefactos es el gran desafío de la sociedad sin apellidos. ¡El sueño y el anhelo reivindicador de la decencia nos llama¡
Nos urge romper el mito de la elite del poder, de su jerarquización y de su forma de dominación y hegemonización actual. En una sociedad global, caracterizada como del conocimiento, de la información, no puede seguir gobernándose con tanta opacidad y con tantas ausencias de verdades. En la Era de las TICs no vasta el peldaño, la escalera del poder. La crisis del sistema de partidos es una derivación nodal de la parálisis como vehículo de las necesidades de la ciudadanía y de la degradación de la praxis del poder.
Remodelar la sociedad atraviesa, inexcusablemente, por salir de los ascensos actuales, que no es otra cosa que articular una nueva forma de hacer política, donde profesionales de la política no se desvelen por su anhelo de poder y el vacío existencial. Restaurar la confianza como espacio expedito de la integridad. El espectáculo y el dramatismo del teatro sin público que sirvan de controles y contrapeso, no pueden erigirse en normas de actuación secular.
La campana ruinosa del poder se desdibuja, una desconfiguración asombra. Nadie acusa. Los hechos están ahí. Nadie tiene que demostrar nada. Todo viene, en esta oportunidad desde fuera. La simbología del poder se agrieta, en gran medida, por la prolongación del tiempo y del silencio de la espera. Desde arriba ya no es suficiente el hablar. Se precisa de contratos, copias de cheques, recibos. El juego “pagamos nosotros” se acortó. Ni los más sencillos titiriteros lo asimilan.
La degradación del poder político en la sociedad dominicana ha traído consigo, a fuerza de su intenso trajinar de la locura, su desmitificación. No basta el prestigio del cargo ni los rituales y mitos que lo eterniza en el tiempo. Es necesario el ejercicio legitimador de sus acciones, de la ética política, del abordaje de la integridad. ¡Remodelar la sociedad, conlleva una nueva forma de construcción social!