En República Dominicana ha surgido en los últimos tiempos, un gran número de jóvenes pertenecientes a la clase media, la sociedad civil y uno que otro grupo profesional con un interés puramente particular, que por no haber representado y demandado, como se hace desde los grupos políticos, beneficios colectivos y difusos, no comprenden la dinámica procesal de la estructuración de un liderazgo con carácter nacional. Por eso, de manera equivocada pretenden, se les ceda un espacio que solo es posible obtener a base de tiempo y sacrificio. Y aspiran a ascender dentro del espectro político electoral, poniendo como condicionante el retiro de los que llevan toda una vida dedicada al quehacer partidario de forma permanente.

Olvidan que todos los dominicanos, en igualdad de condiciones, tenemos el sagrado derecho de pretender, por la vía que fuere: ser regidor, alcalde, diputado, senador o presidente. Sin que ello signifique el cercenamiento de las legítimas aspiraciones de otro ciudadano con la excusa de los años de vida acumulados. Pretender que nuestro derecho esté supeditado o anclado a esa errónea interpretación de los fenómenos políticos y sociales, es un acto de mala intencionalidad, desconocimiento de la realidad y de pensamientos mezquinos, y acerca del mezquino, plantea  Nietzsche– que su pensamiento es como el hongo: “se agazapa, se esconde y no quiere estar en ninguna parte”.

La edad no es y jamás  ha sido obstáculo para que hombres y mujeres en su buena fe, emprendan acciones que tengan como fin la transformación orgánica de la sociedad en que se desenvuelven. Todo lo contrario, tiene consigo el ingrediente del conocimiento por acumulación, que en síntesis, no es más que  el común denominador de sabiduría y experiencia. Desperdiciar esa oportunidad por caprichos de un segmento con valoraciones ínfimas sobre la función de un político, sería el más grave de todos los errores cometidos por la oposición en busca de una alternativa para sacar el PLD del poder en el 2020. Además de eso, se perdería la coyuntura de tener al frente de la cosa pública un hombre o mujer de Estado, conocedor de nuestro ordenamiento normativo, con los conocimientos y la capacidad que se adquiere con el paso y por el peso de los años,

Esos años, que son símbolo de lucha consagrada en favor de un pueblo oprimido y condenado a  morir sin las condiciones que le eleven su calidad de vida, han dado a esos hombres la oportunidad de aglutinar sentimientos, adhesiones y afinidades en torno suyo, y demostrado que es posible mantenerse como activos políticos en constante movimiento. Movimiento que los ha catapultado hasta estos días, como líderes indiscutibles de nuestro país. Por ello, en vez de utilizarlos como subterfugio para trepar  posiciones a veces inalcanzables, debería más bien, llenarnos de esperanzas el saber que contaremos para el 2020, con personajes que han recorrido un largo camino y que  aún le quedan fuerzas y energías suficientes, para seguir dando lo mejor de sí en beneficio de los demás.

No se puede aspirar al cambio, enarbolando bajo ningún concepto, discursos antidemocráticos, y mucho menos mutilando el derecho que tiene toda persona de ejercer cargos públicos, más aún, si ello depende de la voluntad  popular, surgida sobre la base del interés social y depositada mediante el sufragio universal por el todo,  o una parte del Soberano. El cambio dependerá de la capacidad de convivir con la diversidad, así como aprender de ella y de asumir como bandera la tolerancia,  aceptando con dignidad la divergencia.

Asumir como hasta ahora lo han hecho, desatinadamente, la sediciosa idea de que la permanencia en política de actores de la tercera edad, es el elemento  fundamental de que ciertos talentos jóvenes no hayan podido descollar y ocupar según su punto de vista, los espacios de poder, es una muestra de la poca visón y la falta de liderazgo de esos que se acostumbraron a tener sin mucho esfuerzo las cosas que otros se han ganado con sudor y sangre. Yo también soy de los que aspiro a “un relevo oportuno y adecuado” y quiero como muchos, ver a mi generación gobernando,  pero como buen demócrata no puedo darme el lujo de promover la exclusión de la competencia, por más tiempo que lleve en el escenario.