Los intelectuales están en el derecho, como todos los ciudadanos,  de llamar a la incitación de la vigilancia crítica y  la reflexividad. Gracias a ello los pueblos tienen mucho que ganar si la lógica de la vida intelectual,  la de la argumentación y refutación se extiende a la vida pública para desenmascarar las estrategias de mala fe de los “imperialismos” criollos y extranjeros.

No hay país en el mundo en cuya historia libertaria no exista un capítulo dedicado a la resistencia de sus intelectuales frente al hostigamiento de sus derechos, sus recursos y su libertad. La historia nuestra también lo tiene.

Los intelectuales dominicanos siempre han dado muestra de valentía cívica para organizar la resistencia decorosa.  Lo hicieron ayer y habrán de hacerlo hoy cuando en nuestro país la democracia languidece y luce avasallada y entrampada.

Un testimonio de esta genética libertaria lo constituye la resistencia de los intelectuales que se produjo en República Dominicana durante la primera intervención militar norteamericana de 1916-1924.

Un estudio exhaustivo de Isabel Dolores de León Olivares, de la Universidad nacional Autónoma de México, publicado en 2014 bajo el título “Resistencias discursivas de los intelectuales de la República Dominicana durante la ocupación estadounidense de 1916-1924”, da fe de la batalla intelectual de los intelectuales de la época.

El humillante acontecimiento  de la invasión norteamericana “obligó a los intelectuales  dominicanos a abandonar los predios estrictamente literarios para responder con su palabra y su acción a la inminencia de los hechos, apremiando las proclamas, los editoriales y los pronunciamientos”.

Se trató de la movilización cívica, pacífica, urbana y nacionalista que impulsaron destacados intelectuales dominicanos de principios del siglo XX, entre los que figuraban los hermanos Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, Max Henríquez Ureña, Tulio Manuel Cestero, Américo Lugo, Fabio Fiallo, Félix Evaristo Mejía, Enrique Deschamps, Horacio Blanco Fombona, Francisco Prats Ramírez, Manuel Arturo Peña Batlle, Américo Lugo, entre otros.

También hay que destacar la participación de  la maestra e intelectual Ercilia Pepín, quien mediante conferencias realizó una notoria sensibilización patriótica en la región del Cibao contra los invasores.

Mediante “el uso del discurso y a las armas del derecho", la resistencia de estos intelectuales movilizó a la opinión pública, nacional e internacional, condenando la ocupación militar  para presionar al gobierno de los Estados Unidos a retirar   sus tropas del territorio dominicano.

Tal como expresa la autora del estudio, para lograr su propósito “impulsaron la fundación de diversas organizaciones nacionalistas; la realización de campañas de protesta en ciudades de Estados Unidos, España y América Latina; la celebración de manifestaciones cívicas en los espacios urbanos de República Dominicana y, sobre todo, la publicación de una combativa propaganda nacionalista encaminada a convalidar el derecho del pueblo intervenido al ejercicio pleno de su soberanía”.

Y en la otra invasión militar norteamericana del 1965, que diera origen a la “Guerra de Abril”, los intelectuales dominicanos también salieron a la defensa de la patria, sacrificando muchos de ellos su propia vida para defenderla. Retomaron la antorcha de los valientes y comprometidos intelectuales del 1916.

Los  intelectuales dominicanos involucrados en aquellas resistencias cívicas, crearon múltiples espacios de crítica y denuncia política, metodología de lucha cívica que bien puede inspirar la resistencia de hoy frente a los nuevos enemigos internos y externos de la soberanía democrática dominicana.

Y a los intelectuales de hoy nos toca el deber de retomar la antorcha que fuera levantada por aquellos intelectuales  que dejaron su huella libertaria como muestra de valentía civica y de compromiso político irrenunciable.

Es nuestro debe mantener viva la resistencia para enfrentar a “los nuevos pulpos” políticos y económicos, a los “nuevos verdugos” cuyos “poderosos tentáculos” desgarran el país enrareciéndole y  arrebatándole su democracia.