Pero no sólo es eso. Somos sus víctimas. Estamos viviendo los tiempos del fin de la honestidad política. Se están utilizando la mentira y el engaño en política de manera más intensa y con mayor capacidad de penetración que nunca. Aquí en nuestro país los ejemplos sobran.

Posverdad, llamada también  “mentira emotiva” es un concepto nuevo que se refiere a  la distorsión deliberada de la realidad sociopolítica, con el fin de crear y modelar opinión pública e influir en las actitudes sociales  y en la que los hechos objetivos tienen menos importancia que  las emociones y  las creencias personales. Se identifican los miedos los miedos de los ciudadanos y se explotan y agrandar para paralizar las rebeldías.

Para algunos autores la posverdad es sinónimo de mentira (falsedad) o estafa camufladas, pasando a ser considerada un sustituto del viejo uso de la propaganda, las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y control social. Y esto acerca la posverdad a las “fake news”, un tipo de periodismo amarillista que se caracteriza por la desinformación deliberada o las falsificaciones difundidas a través de los medios tradicionales y las redes sociales.

Para el sociólogo Félix Ortega, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, “la manipulación de la información hace que el público no pueda conocer qué es verdad y qué es falsedad. Esto se debe a la transformación de la comunicación política en propaganda, la pérdida de principios éticos por el periodismo actual y su sometimiento a intereses totalmente particulares así como la puesta en escena de los políticos hacia el espectáculo, la manipulación y la fragmentación de la ciudadanía.”

La era de la posverdad es en realidad la era del engaño, de la mentira y de la burla, pero lo nuevo que se asocia a ese concepto consiste en la masificación de las noticias falsas o falseadas y la facilidad con que las mismas prosperan y se propagan. Es necesario airear el tema, someterlo a debate. Eso pretendo. Invito a ello.

Las campañas basadas en falsedades, las promesas incumplibles y llamadas al “sentimiento patriótico”, son expresiones de "la era de la posverdad" o del “régimen de la posverdad”, que convierte en víctimas de sus falsos encantos a los más pobres, a los más necesitados y a los menos instruidos. Esto convierte las mentiras disfrazada en doblemente crueles y perversas. 

La pérdida de confianza ciudadana en los depositarios tradicionales de la verdad: el gobierno, los medios de comunicación, las iglesias, las universidades, el sistema judicial, el Congreso, La Junta Central Electoral y otras instituciones públicas, ha hecho posible que los tentáculos de la posverdad llenen ese vacío.

Aquí se nos convierte a diario en víctimas de la posverdad cuando las instituciones gubernamentales, sin excepción, expresan sus verdades y noticias con notas de prensa que retuercen y maquillan la verdad y los hechos y que son “fotocopiadas” por los medios sin la más mínima reparación de su grado de verdad.

Cuando se habla de la situación ecológica y se protege a los violadores del medio ambiente. Cuando se esconde la realidad sobre la carencia de agua, energía y alimentos. Cuando  la Fiscalía distorsiona, retrasa y esconde las pruebas de grandes y pequeñas corrupciones como el caso Odebrecht y otros tantos. ¡Insultando la inteligencia del pueblo!

Cuando la Policía Nacional reporta su “percepción optimista”  sobre la inseguridad ciudadana y el control del delito. Cuando se  esconde a la incapacidad de los hospitales públicos para asegurar la salud a los más pobres. Cuando el gobierno y los políticos reparten reparte mil raciones y gritan a los cuatro vientos que fueron muchos miles.

Cuando el gobierno maquilla las estadísticas del hambre, la pobreza, el desempleo, el gasto público, la deuda pública. Cuando dice mentiras y verdades a medias sobre el diálogo sobre el caso de Venezuela. Cuando sólo lee parcialmente los Objetivos de Desarrollo Sostenible y dice estar altamente comprometidos con ellos. Cuando “mete la pata” con el tema migratorio y emplea una diplomacia artesanal para enmendar el daño.

Cuando los partidos políticos esconden la verdad a su membresía y a los ciudadanos. Cuando no rinden cuenta del dinero que reciben. Cuando “trampean” para perpetuarse en sus coloridos cacicazgos. Cuando negocian la verdad por puestos y prebendas. Cuando adornan con una oratoria morbosa la incapacidad para dotarse de una ley de partidos que los obligue a ser decentes.

Cuando los funcionarios se ríen de sus comisiones de ética institucionales y se niegan a hacer su declaración de bienes y sus ingresos, al tiempo que administran los recursos públicos como si fueran de su propio bolsillo.

Cuando los Ayuntamientos se convierten en cotos cerrados en vez de “casa de todos los munícipes” y tratan  las demandas y necesidades de las comunidades como ruegos no escuchados.

Pero no se trata simplemente de identificar a los “decidores de mentiras”,  a aquellos para los cuales la verdad es idéntica a la mentira. Hay mucho más. El “régimen de la posverdad” afecta negativamente a la opinión pública y a la democracia al boicotear el derecho a la información reflexionada para la participación en la toma de decisiones.

La posverdad es también “oficio” de artistas, escritores, académicos y empresarios, que con mentiras cuentan verdades. Y es recurso perverso de gobernantes y políticos arrebatados que tocan su música para incautos y nos arruinan.

En momentos en que el gobierno y los políticos de nuestro país se han convertido en abanderados de la mentira y que hay medios que contaminan al público con falsedades, pagadas o por mandato, en la que ni la manipulación despiadada ni el engaño premeditado traen consecuencias negativas, sino al contrario, hay que apostar al surgimiento de comunidades éticas con capacidad crítica y con pasión y valentía para reclamar y defender la verdad.

Y habremos de apostar también a que los periodistas, comunicadores y dueños de medios habrán de rescatar la ética del periodismo y de la comunicación en beneficio de una verdad pública que pone a prueba la honestidad pública de su presente y de su futuro. Y  si no lo hicieran, no leerlos será el castigo.

Y es más que posible que la maquinaria  de fabricar mentiras sea cada vez más poderosa y sofisticada. Pero en la misma proporción crecerá en los ciudadanos la necesidad de “separara la paja del trigo”, de buscar la verdad y defenderla más allá del miedo.

Y entonces se escuchará el grito de las víctimas. Las inteligencias insultadas de los ciudadanos se rebelarán en nombre de la dignidad. Emprenderán la “serena rebelión cívica” para defender “la verdad que los hace libres”. Así como han caído los regímenes nefastos, el régimen de la posverdad también caerá. Vale traer aquí lo dicho por George Orwell: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”.

No hay que llamar "ajuste" a los recortes, ni "impulso aventurero" a la emigración forzosa, ni "crecimiento decelerado" a la crisis, ni "crisis" a lo que es una estafa, ni "populismo de derechas"  . La "posverdad" es otra victoria de la mentira.