Hoy, 29 de abril, se celebra en el país el día nacional de la Ética Ciudadana, instituido por decreto del Poder Ejecutivo en el 2005, para honrar la memoria de Ulises Francisco Espaillat, modelo de presidente ético y político, integrante del Partido Azul, que gobernó el país por un breve período de 5 meses (29 de abril al 5 de octubre, 1876). Su mandato fue interrumpido por un golpe de Estado promovido por los grupos conservadores de entonces, representantes de grupos económicos y partidarios articulados en el Partido Rojo, liderado por Buenaventura Báez. Él fue definido por el maestro Eugenio M. de Hostos (1880) como “El hombre más digno del ejercicio del Poder que ha tenido la República”.
Es una oportuna coincidencia que el día nacional de la Ética Ciudadana se celebre en el mes de Abril, en el mismo día en que fue proclamada la Constitución promovida por el gobierno de la Democracia Revolucionaria (29/4/1963) y en la misma semana en que diferentes grupos sociales e instituciones educativas han hecho memoria en esta semana de la gesta de Abril del 1965 que comenzó el 24 con la rebelión de militares y ciudadanos constitucionalistas, y que tuvo en la invasión norteamericana que comenzó el 28 de abril, el principal factor que determinó el aborto del proyecto de vuelta al gobierno constitucional instalado en 1963.
La Comisión Permanente para la celebración del Día Nacional de la Ética Ciudadana, que tiene el aval del Ministerio de Educación, el Ministerio de Educación Superior, el Ministerio de Cultura, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, y el Consorcio de Educación Cívica ha organizado a nivel nacional una semana de la ética ciudadana (24-28 de abril) con actividades formativas y celebrativas en diferentes lugares del país. Entre las conferencias presentadas han estado: “Ulises Francisco Espaillat como referente ético”; “Ética en la educación superior, principios y valores”; “Ética e integridad en la Administración pública”, entre otras.
La pregunta fundamental que podemos hacernos es si la ética ciudadana debiera ser un asunto de efemérides, para ser recordadas cada año, o debiera ser una temática priorizada e inserta de manera constante y permanente en los procesos educativos que se dan dentro del sistema educativo nacional a los diferentes niveles: inicial, primario o básico, secundario y universitario, así como en diferentes espacios de educación popular.
Es un hecho demostrable y evidente que en las últimas tres décadas los que han definido el currículo educativo, que contiene los contenidos de lo que se aprende y se enseña en la escuela dominicana a los diferentes niveles, tanto del Ministerio de Educación, así como de las universidades, no les ha interesado incluir y priorizar contenidos y materias relacionados con la promoción de una conciencia ética y ciudadana en las y los estudiantes y participantes, a pesar de la fundamentación teórica que plantea la Ley de Educación 66’97, en su artículo 5 o el documento “Fundamentos del Currículo” (1995), o las “Bases para la Revisión y Actualización Curricular” (2014).
La tesis doctoral del educador dominicano, Basilio Florentino Morillo, se fundamentó en una investigación sobre el tipo de formación ética y ciudadana propuesta en los libros de textos de estudiantes del 8° grado y en los currículos de las universidades que forman maestros y maestras para la escuela pública dominicana. Concluyó su estudio señalando que: “En términos generales, los contenidos de educación en valores que se promueven en los planes de estudios para la formación del profesorado, y en libros de texto de Educación Básica, prescinden de descripciones de estrategias que contribuyan a la formación de personas para provocar un cambio social en el marco del reconocimiento de la dignidad humana, la libertad, la justicia social y la solidaridad; lo que significa que en los mismos, más que propiciar ese cambio, puede contribuir a potenciar las desigualdades sociales endémicas y progresivas en el seno de la sociedad. Y precisamente, éste no es el papel de una educación transformadora y de una sociedad que reconozca una igual dignidad para todos los seres humanos, la cual exige estrategias de cambio como una reivindicación básicamente humana, a la cual, la formación del profesorado no puede ser, de ninguna manera, indiferente”. (Florentino 2000, 285-286).
Dignora García (2003), educadora e investigadora dominicana ligada al Centro Cultural Poveda, concluyó una investigación sobre la formación ética y ciudadana en las escuelas dominicanas señalando: En la mayoría de las aulas del país, la educación cívica ha pasado a ser algo tangencial, algo ocasional. Se trabaja desvinculada de los demás saberes, de las demás áreas del conocimiento, y de las acciones de la escuela, de la comunidad y de la realidad del país (…). Generalmente, se asume como una asignatura, que fácilmente puede ser sustituida por otras de las llamadas básicas; todavía se concibe como un conjunto parcelado de informaciones que no siempre se convierte en conocimiento; se asume como tiempo ideal para organizar acciones urgentes de la escuela y por ello, el tiempo que se le asigna es precario y poco efectivo. En muchos centros educativos es clase de los viernes, pero los viernes son días “sociales” o tiempo ideal para responder a “otros compromisos escolares” que obligan a postergar y a colocar en tercera categoría, los procesos de aprendizaje en torno a la educación cívica. (García 2003, 59-60).
Quien escribe estas reflexiones, en el marco de la investigación realizada para sustentar los resultados de su tesis doctoral en Ciencias Pedagógicas, analizó los contenidos y el tiempo que se le dedica a asignaturas relacionadas con la educación ética, cívica y ciudadana en el currículo de la educación secundaria en República Dominicana. Concluí señalando que en el currículo elaborado en el Marco del Plan Decenal de Educación (1995), la asignatura que se había llamado “Educación Moral y Cívica” quedó simplemente fuera y el tiempo asignado a asignaturas que pudieran estar relacionadas con el tema de la formación en valores y en ciudadanía como la Orientación para la vida y la Formación Integral Humana y Religiosa, se redujo al mínimo.
Aunque en el actual currículo revisado y actualizado de la educación primaria y secundaria se introdujo la competencia ética y ciudadana, de nuevo la asignatura y los contenidos específicos de formación ética y ciudadana han quedado como algo “transversal”; es decir, algo los maestros y la maestras trabajarán si tiene la voluntad para hacerlo. Y si no lo quiere hacer, probablemente pocos directivos y directivas les pedirán explicaciones.
En esta misma semana la educadora universitaria y vice-decana de la facultad de educación de la UASD, la maestra Bélgica Ramírez, ha expresado, por la cuenta de Facebook, su voz de alarma por la falta ética y conciencia ciudadana del personal docente y de quienes están dirigiendo la universidad pública. Evidentemente, que quienes no viven con valores éticos y ciudadanos, no están en capacidad de incluirlos en su práctica educativa cotidiana.
Las debilidades y deficiencias de una oportuna formación ética y ciudadana en la escuela dominicana y en la universidad no ocurren por pura casualidad. Responden a políticas educativas promovidas en el contexto del actual paradigma educativo tecnocrático impuesto por las multinacionales del comercio y del dinero, como el Banco Mundial. Y que han sido asumidas localmente por los directivos del Ministerio de Educación y de las Universidades con la alianza estratégica entre la corporación económico-partidaria en el poder y el gran empresariado local.
Ante el desafío de la deficiencia de la formación ética y ciudadana comprometida en instituciones sociales tan importantes como la escuela y la universidad, se hace necesario que otras instituciones como las familias, las organizaciones comunitarias, las ONGs, las iglesias, la prensa crítica, entre otras, sigan levantando su voz indignada y asuman un rol predominante en la promoción de una formación ética ciudadana coherente. En ese sentido es necesario valorar la lucha del Movimiento Verde como un nuevo espacio para fortalecer la conciencia ciudadana, pues su lucha contra la corrupción y el fin de la impunidad, se está convirtiendo en una escuela de formación de conciencias indignadas y comprometidas con la creación de una sociedad decente, justa, equitativa y solidaria.