En Occidente, los fines año suelen discurrir con una esperanza fundada en esa convicción judeocristiana de que al final todo será mejor. El año que termina ha discurrido en medio de una terrible pandemia y, por tanto, el que inicia mañana lo esperamos con angustias y aterradores presagios, como ha sucedido al final de determinados siglos o milenios. Pero a diferencia de otras épocas, esta vez, insólitamente, la esperanza del final de ese flagelo descansa en la ciencia, específicamente en una vacuna salvadora. Una circunstancia inédita que invita a la reflexión sobre el significado de este tiempo y como se produce el cambio.

La pandemia del Covid-9, ya en su tercera ola, con varias mutaciones, de profundo  impacto en todas las esferas en que discurre la vida del mundo actual, a decir de reputadas personalidades de ciencia, constituye una amenaza objetiva para el presente y futuro de la humanidad. Una circunstancia que requiere una respuesta aquí y ahora, que obliga a buscarla en el plano de la ciencia. La noción del tiempo en el ser humano es simple: sabe que todo comienza y que todo termina, una certidumbre, pero no sabe cuándo: una incertidumbre. La ciencia, por su capacidad de establecer conocimiento, plantea que nada es inmutable. Muchas veces acierta en su predicción, pero no siempre puede decir cuándo, ni mucho menos cómo.

La noción del tiempo, es la base en que se sustentan todos los modelos de sociedad. Por cuestión de espacio, me limito sólo a dos: la utopía socialista/comunista y del cristianismo al modelo católico. Paradójicamente, ambos coinciden en una idea lineal del tiempo, que en esencia constituye una idea de que la historia tiene un final. Un final feliz. Para el socialismo/comunismo, la lucha de clases, motor de la historia, y el agotamiento y destrucción del modo de producción capitalista conducía inevitablemente al establecimiento de la apropiación natural y colectiva de los bienes y servicios socialmente producidos. Para la segunda, con la llegado del Señor se produce el Juicio Final, el fin de la lucha entre el bien y el mal, se establece reino de Dios y se produce la Resurrección.

Independientemente de sus diferencias analíticas, en ambas ideas subyace la fe, la esperanza como certeza de que al final vencerá el bien sobre el mal y se establecerá el reino de la justicia y/o de los justos. Dos concepciones, entre otras, sobre del fin de la historia. En última instancia, una concepción del mundo basada en una verdad inapelable, absoluta. El problema de quienes asumen verdades absolutas como vías hacia la justicia eterna, es que niegan la posibilidad de existencia de otras verdades y generalmente terminan imponiendo la suya, sin importar medios. Inobservando que: “un objetivo que requiere medios injustos no es un objetivo justo” (Camus, citando a Marx).

En todas sus vertientes, la ciencia establece que los fenómenos naturales y la historia misma no tienen un desarrollo lineal. Las transformaciones que actualmente ha producido el Covid-19 y las que proyecta hacia el futuro, invitan a repensar determinados “fatalismos proféticos”, a pensar y construir un mundo basado en el pluralismo ideológico, sin imposiciones de verdades absolutas. En mi vida privada y en la militancia por mis ideas, he compartido experiencias de luchas con individuos de matrices ideológicas diferentes, pero que coinciden y actúan juntos o desde diferentes espacios, en la búsqueda de la libertad y la equidad  aquí y ahora. Durante décadas en el pasado y ahora en el presente, he compartido la dirección de colectivos con objetivos políticos diferentes, pero la generalidad de mis compañeros, sobre todo los principales dirigentes, tienen con un igual talante en lo que respeta a los valores esenciales en que se debe fundar un orden social.

He visto en esas luchas, que la idea de un objetivo teleológico o teóricos no es lo más importante, que incluso al ser estos objetivos tan remotos hace posible que nos unamos en lo esencial y que juntos caminemos el tortuoso sendero hacia un mundo mejor, siempre desde la perspectiva del pluralismo en toda la amplitud de este término. Que la  práctica, para bien, en ese sentido, “resuelve” los temas conceptuales. Desde esa perspectiva, despidamos este año de pandemia que termina y esperamos el próximo a  todos y los por venir.