El proceso de vacunación que empezó en Reino Unido con la señora Keenan el 8 de diciembre pasado se está desarrollando con un ritmo muy desigual en los diferentes países, lo cual es especialmente evidente en América Latina. Del total de poco menos de 53 millones de personas que han recibido la primera dosis y 4.3 millones que han recibido también la segunda, casi 42 millones pertenecen a cuatro países: Estados Unidos, China, Reino Unido e Israel, mientras las vacunaciones en América Latina, donde solamente cinco países han empezado a vacunar, son poco menos de 1.2 millones.
El inicio de la vacunación masiva en el resto de América Latina debería empezar pronto en varios países y de todas formas en el primer trimestre del año. Por lo tanto, es oportuno analizar la experiencia de esta primera etapa vacunación y los problemas que se han presentado.
La primera observación es que la producción y distribución de las vacunas no siempre estuvo acorde a los compromisos de los productores y a las esperanzas de los países.
Según los planes de la operación Warp speed, Estados Unidos esperaba recibir, antes que finalizara el 2020, 40 millones de dosis que hubieran permitido vacunar 20 millones de personas. En la realidad, las dosis distribuidas en ese periodo a los estados fueron poco más del 25% de esa cantidad, y de éstas, el 28 de diciembre, se habían utilizado tan sólo 2.1 millones. Tres semanas después, las vacunaciones (17.5 millones) no han alcanzado todavía la meta original. En Inglaterra, donde el día de la primera vacunación se anunció que se esperaba vacunar para final del año 4 millones de personas, esta meta fue alcanzada solamente hace unos cuatro días.
Esto con relación a la utilización de las dosis entregadas, pero hay que añadir que la entrega de las dosis de Pfizer está sufriendo retrasos. En Europa hubo un recorte de aproximadamente el 30 % y la próxima semana Canadá no recibirá ninguna dosis.
La empresa Pfizer ha explicado que esto se debe a modificaciones en el proceso de producción, finalizadas a producir más dosis de lo planificado para este año (1300 millones). La normalización de la situación está anunciada para finales de febrero – marzo.
El problema no es solamente de Pfizer. Hoy AstraZeneca hizo un anuncio parecido con relación a la entrega de su producción a los países europeos, y AstraZeneca es el principal proveedor de vacunas de muchos países latinoamericanos.
Esperamos equivocarnos, pero compartimos la duda manifestada por Felipe Ciprián en el Listín Diario de que el acaparamiento por parte de algunos países, al menos de las vacunas Pfizer y Moderna, se reflejará muy probablemente en países como el nuestro, retrasando el cumplimiento de contratos firmados.
Esto implica que posiblemente habrá que considerar cómo optimizar las dosis que sean recibidas. En el Reino Unido, el JCVI (Comité conjunto de Vacunaciones e Inmunizaciones) ha propuesto retrasar dos semanas la aplicación de la segunda dosis. Sin embargo, no todos los expertos, entre ellos Anthony Fauci, están en favor de tomar una decisión de esta naturaleza en ausencia de un soporte adecuado de experimentación.
Esta opción asume que de alguna manera ya la primera dosis dé una cierta inmunidad. Esto parece confirmado por datos preliminares, anunciados hace una semana en Israel, que indicarían que el efecto de la primera dosis se empieza a manifestar después de catorce días, pero esta buena noticia debe matizarse con la consideración de que la eficacia de esa primera dosis ha sido estimada en un 33%. Es solamente, cuando se aplique la segunda dosis, que la eficacia de las pruebas que se hicieron en la etapa de experimentación (95%) resultaría confirmada.
La implicación de estos resultados en función de una decisión acerca de una utilización óptima de las dosis disponibles depende también de qué se considere prioritario, si reducir el número de los contagios o la necesidad de hospitalizar. Para ello habrá que ver si y hasta qué punto la sola primera dosis reduzca esta necesidad, ya que, si esto ocurriera, podría justificar una eventual decisión de priorizar una masiva primera vacunación postergando la segunda.
Es algo que ya notamos en otro contexto. Las decisiones en este campo dependen de demasiadas variables y fijarse solamente en una, en particular, la eficacia de la vacuna, puede ser reductivo.
Estas consideraciones tienen vigencia también a raíz del problema de las mutaciones del virus. El número de variantes está creciendo y esto pone muchos problemas. La llamada variante inglesa, que podría ser más letal, según las declaraciones de hoy del Gobierno británico, parece que sea sensible a las vacunas existentes, pero la inmunidad de los infectos y de los vacunados con las vacunas actualmente existentes relativamente a otras variantes del virus, como las que han aparecido en Sur África y Brasil, es un problema abierto.
Este tema ha adquirido relieve en vista de la reciente experiencia de Manaos. A comienzos de diciembre se estimó que, en el Estado de Amazonas, del cual Manaos es capital, habían contraído la enfermedad el 75% de la población. Ese nivel de difusión debería haber asegurado la inmunidad de rebaño. Sin embargo, un nuevo brote ocurrido en diciembre, con casos de reinfección y una elevada letalidad, indicaría que bien sea la inmunidad se había acabado, bien sea que no protegía contra un virus mutado.
Aun en el marco del general optimismo en el sentido de que las vacunas son eficaces contra las mutaciones, es posible que no todas tengan la misma eficacia para una dada mutación. Esto muestra que es fundamental conocer la situación real del país, y para ello es importante, más allá de estadísticas indiferenciadas, saber cuáles son las cepas activas en el país, y su distribución local. Para ello se deberían analizar muestras de las varias provincias. El conocimiento de la distribución de las cepas podría permitir un uso óptimo de las diferentes vacunas. Éste no es un sueño. En nuestro País hay competencias que permiten secuenciar el genoma en al menos dos universidades (UNIBE y Loyola).