“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también, se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.
(Nelson Mandela).
No soy religioso.
Mas creo en la diversidad y la tolerancia; empero, como dice Fernando Savater en su libro Los 10 Mandamientos: “No se puede respetar las ideas totalitarias, xenófobas, racistas, excluyentes que violen los elementales derechos humanos…”. La reflexión sustancial es la verdad, la parresia, en este caso de Michael Foucault, que es al decir de él “hablar franco, veraz, libre, opuesto a toda adulación o retórica”. Es éste saber, la verdad, que por convicción nos hace felices, nos permite lograr la alegría en armonía con el sujeto, que al final de cuenta, trasciende el poder.
A mis 65 años, mi compromiso es con la verdad, con tratar de auscultar la realidad, en tanto que sujeto y objeto de la realidad que pretendo descubrir; el desdoblamiento se realiza con el máximo de objetividad para captar la esencia de lo que queremos transformar, entender, explicar. No lo hago desde la perspectiva de la neutralidad ética, de la “imparcialidad” sino desde el compromiso con la verdad.
En tanto que sujeto, no trato de imponer mi “verdad” a la realidad. Esta última siempre será más rica que todo mi pensamiento. Deslizarme en esa perspectiva me bloquea, me hace sesgar la verdad por la cual lucho y quiero morir. El núcleo de mi pensamiento (1), se dibuja al encuentro del objeto, del hecho, del fenómeno, del cuerpo; todo ello se vuelve al pensamiento (2). Se reescriben el pensamiento 1 y 2. Se envuelven en el encuentro de los pensamientos, posibitándose un eslabón ascensional del conocimiento y por lo tanto, una nueva verdad, que nos hace ser diferentes como sujetos. El objeto, en el sentido revolucionario, que es la búsqueda permanente de la verdad, ya no es lo mismo y el sujeto empoderado, que somos nosotros, constituimos un nuevo peldaño de la historia. En mis reflexiones me conecto con ese gran hombre llamado Martin Luther King cuando en su compromiso con la verdad, dijo: “Tengo un sueño, no solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”.
Mis reflexiones en estos días que la Capital está hermosa, es como hacer despertar a tantos dominicanos para que no tengan aversión por la política. Para decirles que la política es algo muy serio para dejarle solo el espacio a aquellos que distorsionan y alteran la política para hacer de ella, algo tan innoble como enriquecerse en medio de una sociedad donde el 70% de la población es pobre y vulnerable.
Cuando nos preguntan ¿cómo es que somos un país donde la economía ha crecido en los últimos 55 años a una tasa promedio de 5.5% del PIB y en el interregno 2013-2018 alrededor de 6.3%, y tenemos indicadores sociales e institucionales de un país de África Subsahariana? Es cierto que crecemos más allá del costo que ello implica (endeudamiento galopante, déficits fiscales en los últimos 12 años, composición de la variación de la deuda, aumento del déficit cuasi fiscal del Banco Central); sin embargo, el agudo problema es toda la problemática que encierra la redistribución de la riqueza y la perniciosa y perversa corrupción, incubada y desarrollada por la terrible IMPUNIDAD. A lo sumo podemos crecer sobre una fragilidad institucional que no nos ayudará a encontrar el desarrollo.
¡Somos un país donde prevalece en la forma los tres poderes del Estado; no obstante, en la realidad solo hay uno: el Ejecutivo. Este último, en los últimos 7 años se ha encargado y empeñado de subsumir, abstraer a los que deberían ser los reales poderes que derivan en el peso y contrapeso, del equilibro, de la democracia!. Por ello, el peligro del crecimiento del hiperpresidencialismo frente a una persona con fuerte vocación autoritaria, que no tiene límites y que acusa la enfermedad del resentimiento en su más álgida agonía.
La reflexión, en la búsqueda de la construcción de la paz, no es otra que: evitemos como sociedad, como pueblo, que un hombre pueda arrodillar a su merced e intereses la Constitución de la Republica por encima de lo que dicen las encuestas. De nuevo, nos volvemos a Fernando Savater cuando nos decía “Todos los hombres de religión predican palabras hermosas a los demás, pero pocas veces sus actos tienen que ver con su prédica”. Los hay, incluso, que juran por Dios, que devalúan sus palabras y la propaganda (manipulación), tratan de convertirlo en más Dios que el mismo Dios.
Avancemos en estas reflexiones para la paz que como nos decía Eric Peter Kaufmann, profesor canadiense de política “El Estado no crea Derecho, el Estado crea leyes, y Estado y leyes están sometidos al Derecho”. No permitamos que en las reflexiones de la Semana Mayor, el Estado de Derecho, se siga resquebrando ante nuestros ojos. Que el socavamiento de la institucionalidad lo esperemos como niños de Viena en el canto del Señor. Evitemos esta nueva retrotopia.