Los atentados que causaron la muerte de 12 personas en las oficinas de la revista francesa Charlie Hebdo han provocado un debate internacional sobre el derecho a la libertad de expresión, el fundamentalismo religioso y los derechos humanos.
La revista Charlie Hebdo es una publicación controversial. Muchas de sus viñetas y chistes transgreden los límites del humor satírico y crítico para rayar en la cruda ofensa contra determinados grupos étnicos y religiosos. En distintas ocasiones, el blanco de la sátira ha sido el Islam y su figura más venerada, el profeta Mahoma, por lo que determinados sectores de opinión han visto en los atentados del pasado 7 de enero la reacción natural a las provocaciones perpetuadas por el semanario.
Desde esta misma postura, hay quienes, sustentándose en el principio de la coexistencia pacífica, entienden que es preferente -y hasta necesario- sacrificar espacios de libertad de expresión en favor de la paz. Esto es, evitar provocar al violento para que acepte coexistir en el espacio público sin recurrir a la agresión.
Esta postura es errónea y políticamente peligrosa. Parte del supuesto de que el daño a la integridad personal de las víctimas de la violencia queda justificada en función de su conducta. Bajo este mismo supuesto, se puede justificar la violencia contra un niño, porque “se ha portado mal”, la agresión a la esposa, porque “ha sacado al esposo de sus casillas”, o el linchamiento de un individuo que ha transgrendido alguna de las normas de convivencia ciudadana.
A la vez, la ideología de la “coexistencia pacífica” es insostenible, porque para determinados individuos no hay criterios claros, explicitables y discutibles de lo que constituyen los límites en temas relacionados con el fundamento de sus crencias. Así, una semana la ofensa puede ser una caricatura, otro día un chiste, la próxima semana un vestido ajustado. Al final, la persona susceptible a la ofensa se ofenderá, del mismo modo en que el individuo agresor agrederá.
Por otra parte, la actitud agresiva no es la característica de un determinado grupo o creencia religiosa. La misma Europa que ha sido cuna de la ciencia, la filosofía y la declaración universal de los derechos humanos es también el continente del colonialismo, de la ideología nazista y de la intolerancia hacia modelos de pensamiento no europeos.
No debemos sucumbir a la tentación de quienes inspirándose en una ideología etnocentrista y racista pretenden satanizar a todos los musulmanes como si los mismos fueran la encarnación de la intolerancia, el fanatismo v la violencia, mientras idealizan a Europa Occidental como la civilización de la libertad y de la paz. Y sobre todo, debemos evitar justificar, en el nombre de la libertad, acciones anti-libertarias para proteger nuestra “vida civilizada”. Como dijo Nietzsche: “Todo aquel que luche contra monstruos, ha de procurar de que al hacerlo no se convierta en otro monstruo”.