¡Qué país feliz seria este sin elecciones cada cuatro años! ¡Sin políticos ni partidos! ¡Sin gobierno ni policías!¡Sin ejércitos ni armas de guerra! ¡Sin semáforos ni tapones! Sin pobres ni ricos! ¡Sin sabios ni ignorantes! ¡Sin bocinas ni sirenas! ¡Sin semáforos ni tapones! ¡Sin periodistas ni noticias! ¡Qué país feliz sería éste sin nombre y sin historia! ¡Qué país feliz debió ser éste, dulcemente anarquista, deshabitado, elemental, despreocupado y silencioso, antes de que llegaran los indígenas desde no sé dónde, y después los otros, los otros y los otros, que empezaron a ponerle nombre a cada cosa y, así, a dañarlo todo!