I

Leonel Fernández cree que Danilo Medina fue quien le venció, siendo incapaz, en su desvarío, de darse cuenta que quien realmente le derrotó política y moralmente fue la sociedad dominicana.

Luego de salir del gobierno, en agosto de 2016, la población se percató que Leonel Fernández había prohijado el más grande déficit fiscal de nuestra historia republicana fruto de altos niveles de corrupción y de despilfarro. Empezaron las denuncias, las querellas, los juicios populares, las manifestaciones dentro y fuera del país. La presión de la opinión pública era también sobre un Ministerio Público y poder judicial sometidos a los intereses del ex presidente. Y entonces, a cada denuncia desestimada, querella archivada o decisión de no ha lugar, fue creciendo en la ciudadanía la indignación, las movilizaciones y manifestaciones de calle. (Este despertar y accionar de la ciudadanía, además de estar arrinconando al liderazgo social y político tradicional, empuja en la construcción de una agenda más allá del interés inmediato de los partidos).

II

El danilismo lo que está haciendo es profundizar la derrota política y moral propinada por la sociedad a Leonel Fernández. La aprovecha para hacerse cada vez más dominante al interior de su partido, pero no en la perspectiva de rectificar las matrices y lógica del leonelismo, sino más bien advirtiendo que de seguir el partido bajo el liderazgo de aquél, está en riesgo la permanencia en el poder, y consecuentemente, los intereses de los socios de la corporación que actualmente regentea a la República Dominicana.

En verdad, el danilismo no busca actuar contra el leonelismo más allá de lo necesario para someterlo y despojarlo del liderazgo del partido. Alcanzado este propósito el danilismo terminará asimilando a buena parte de los seguidores de Leonel Fernández, garantizándoles nuevas oportunidades, protección e impunidad.

Estamos ante el cierre del ciclo político de Leonel Fernández y la instauración del de Danilo Medina, cuyo objetivo inmediato es garantizar la continuidad del dominio del partido gobernante en la dirección del Estado.

III

El danilismo hace esfuerzos en presentarse como una propuesta política diferente al leonelismo y sin embargo camina en la dirección contraria a las aspiraciones de la sociedad. Se inaugura auspiciando una modificación constitucional para instaurar desde la presidencia de la República la reelección presidencial. Para lograrlo, y no contando con la mayoría necesaria, abrió la subasta a legisladores propios, del expresidente y de la oposición. En ese mercado persa, que ahora es el Congreso Nacional, todo entra en la negociación: el mantenimiento o no de los integrantes de las altas cortes; garantizarle a senadores y diputados su curul y apoyo para su campaña electoral; el reparto de ministerios, embajadas y consulados. Nuevas obras de construcción y participación en negocios del Estado. El expediente contra Félix Bautista. Los Tucanos. Quirino. La candidatura vicepresidencial en el 2016. La candidatura presidencial en el 2020 y en el 2024. En este nuevo escenario el grupo de palacio está en un laborantismo desenfrenado. El partido es el Estado. Los poderes públicos y las altas cortes, a pesar de cualquier contradicción interna, finalmente no son más que instrumentos para la ejecución de los dictados de aquél.

IV

El danilismo ni tiene voluntad ni posibilidad de regeneración del partido gobernante ni de la sociedad dominicana. Su liderazgo es cómplice por acción y omisión de todo cuanto se hizo en los gobiernos de Leonel Fernández. No olvidemos que Danilo Medina fue el articulador de las campañas y de los dos primeros gobiernos de Leonel Fernández, y su triunfo en el 2012 se produjo porque aquél puso el gobierno y el presupuesto al servicio de su campaña electoral. El avance del danilismo en el proceso de desplazamiento del leonelismo en la dirección del Estado es para desde éste impulsar su propio proceso de acumulación luego de haber sido excluido en los últimos años. El danilismo puede cuidar las formas, haber aprendido de los errores del leonelismo pero en esencia responde a su mima visión, lógica y finalidades del ejercicio del poder.

Es decir: en la lucha que se libra en el partido gobernante, no estamos ante una real confrontación de ideas sobre el curso que debe seguir la República o de dos proyectos de nación diferenciados, sino frente a una guerra de intereses espurios, de dos grupos que se disputan el control de su partido y del Estado. Esa y no otra es la esencia de las contradicciones entre el danilismo y el leonelismo.

V

Si adversamos la modificación de la Constitución para introducir la reelección presidencial, no es porque nos pudiera preocupar que Danilo Medina sea candidato, pues luego de 4 años, qué es lo que realmente podrá exhibir su gobierno. Si nos oponemos es porque modificar la Constitución en las condiciones que se plantea va a profundizar la crisis de la ya precaria institucionalidad democrática del país; porque se repite una vez más lo que han hecho dictadores y falsos demócratas a lo largo de nuestra historia: modificar puntual y coyunturalmente la Constitución para reelegirse desde la presidencia; porque todos sabemos que la introducción de la figura de la reelección se hará comprando a decenas de legisladores, por demás con dinero público, todo lo cual significa que en la práctica la modificación será un acto de fuerza cometido desde el poder mismo y un atentado a la Constitución; porque una modificación hecha en esas condiciones es ilegítima como será ilegítimo todo cuanto pueda derivarse de ella.

VI

Si realmente el danilismo quisiera emprender una regeneración política, económica, social y moral de nuestra sociedad le retamos a acabar con el borrón y cuenta nueva y la impunidad; a investigar y darle curso a los actos de corrupción aún no prescritos y recuperar lo robado; a cambiar un modelo económico de orientación neoliberal que cada año crece concentrando más la riqueza; a parar el irresponsable endeudamiento público; a recuperar nuestros recursos naturales; a pagar la deuda social acumulada y enfrentar de verdad los altos índices de pobreza y pobreza extrema; a ejecutar una real política de protección del medio ambiente; a transformar la policía nacional, combatir el narcotráfico y sus complicidades y las causas generadoras de la delincuencia en auge permanente; a defender de forma plena nuestra soberanía, ejercer el debido control de nuestras fronteras y poner orden al caos migratorio. Si de verdad el danilismo quisiera dar el giro de timón que necesita esta sociedad, puede crear las condiciones para impulsar una constituyente que permita desmontar el tramado institucional de las altas cortes y poderes públicos diseñado por Leonel Fernández en la Constitución de 2010 y garantizar órganos independientes que auténticamente representen los intereses y aspiraciones de la sociedad y ejerzan a plenitud las competencias que les son propias.

VII

Los dos sectores que se disputan el control dentro del partido gobernante pretenden hacernos creer que nuestro dilema es reelección o no reelección. Danilo o Leonel. Y no es así. La verdadera encrucijada a la que se enfrenta esta sociedad es: Continuismo del partido gobernante o cambio político en el 2016.

La permanencia del partido gobernante en la dirección del Estado representa la continuidad del actual estado de cosas. La real posibilidad de producir un cambio de rumbo para enderezar este país tiene como requisito hacer el cambio político en el 2016 bajo una dirección y orientación política progresista.