Los revolucionarios no esconden su intención de sustituir el capitalismo por un nuevo sistema económico, político y social; pero ese abnegado anhelo no depende de su voluntad y deseo, sino de la realidad objetiva. Convirtiéndose ésta en la piedra reluciente que arroja luz en el camino.

He reiterado varias veces que no es fácil sustituir un sistema, mucho menos el capitalismo. Históricamente el salto de una sociedad a otra nueva, tarda su tiempo. Es un proceso lento y largo, donde la vieja deja todos los avancen producido, para ser adsorbido por la naciente.

El capitalismo surge en el siglo XIII para sustituir al feudalismo. Transcurrieron varias significativas etapas que garantizaron su consolidación y expansión; llegando a una etapa superior que controla, domina y monopoliza el mercado mundial.

El desarrollo del capitalismo, desde su nacimiento, ha sido desigual. La uniformidad en el mundo no es posible; las características económicas, políticas y sociales particulares, marcan las diferencias para tener un sistema más fuerte que otros.

En el proceso de sustituir el capitalismo entran factores medulares que se enfrentan en forma directa con la estructura del capital. En ese choque, se exhiben las condiciones de cada quien. Es una pelea a muerte. Nadie se entrega pendejamente.

La realidad objetiva, la que existe fuera del pensamiento y deseos, es la que va a permitir las posibilidades de los revolucionarios; y por el contrario, la resistencia del capital para rechazar cualquier intento por destruir su maquinaria de sangre, sudor y lágrimas.

Observar el presente en forma objetiva, sin inventos, ayuda a ver el panorama económico, político y social en función de cómo se mueven las clases sociales; las posibilidades reales de las fuerzas revolucionarias, y el nivel de conciencia política y estructura organizativa de la población.

Si las fuerzas motoras, vencer y sustituir, al capitalismo no están listas para iniciar el proceso de transformación y cambio, entonces, es un disparate pensar, en el momento, en sustituirlo. La teoría revolucionaria (M-L) nos permite observar la realidad con espíritu creador para reconocer las posibilidades, fortalezas y debilidades, y dar el golpe mortal, justamente en la oportunidad conveniente.

El capitalismo tiene la capacidad de reciclarse en medio de la tormenta. El imperialismo, su fase superior y terminal, provoca el aceleramiento de su desaparición. Su ansia desmedida de control y dominio del mundo, lo acorrala en sus redes destructoras.

Aquellos países que han realizado su revolución triunfante para crear una nueva sociedad, continúan en un tránsito interesante. Aprovechan los avances del capitalismo y consolidan su estructura económica que permita garantizar el bienestar y felicidad de la población.