Ante un país donde mil leyes son simples adornos de un territorio que tiene habitantes, pero no ciudadanía, a veces pienso que La Trinitaria fue la base argumental de una novela que quedó inconclusa, o de un truncado drama teatral en el que a Duarte (el único padre independentista que no escribió un libro, ni encabezó una batalla, ni arengó a masas enardecidas, ni fue líder único e indiscutible de ningún partido) un genial imaginero apenas le asignó primer acto. En fin, viendo esta realidad cargada de tantas elementalidades irresolutas, a veces pienso, como Jimenes Grullón, que esta república es una ficción.