Ondina es otra niña huérfana de padres vivos como existen tantas en nuestros barrios urbanos marginados. Tiene 11 añitos y su vida se desenvuelve en medio de carencias materiales y emocionales, expuesta a todo tipo de abusos físicos y psicológicos.

Sus padres nunca se han ocupado de ella, su madre es consumidora de sustancias adictivas y trabajadora sexual, su padre es consumidor de las mismas sustancias y de alcohol. El pasa su vida jugando dominós en las aceras. El padre no tiene una estructura familiar o un hogar que pueda brindar acogida a los hijos que ha sembrado por aquí y por allá, y por los cuales no demuestra tener preocupación alguna.

Desde este año escolar la niña beneficia de la tanda extendida, así al menos tiene una parte de la comida resuelta. Los fines de semana y cuando sale de la escuela Ondina pasa de casa en casa esperando que llegue la hora de almorzar o cenar para así poder conseguir un bocado. Es muy viva e inteligente. Sonríe y quiere agradar buscando la aprobación de los adultos que la rodean para conseguir mitigar sus necesidades, pero es a la vez una niña llena de ira y resentimiento por todo lo que la vida le ha negado. Su modo de hablar es el de la calle, con expresiones muy fuertes y muy subidas de tono para su edad. Vive a la defensiva y agrede a todos los que ella entiende pueden ser una amenaza.

Tiene un imaginario con muchas madres, abuelas, tías y padrastros y confunde a cualquiera, ya que muchas veces se refiere a personas que no tienen ningún grado de parentesco con ella pero que, en un momento u otro de su corta vida le han dado albergue, algo de calor humano, o son los progenitores de sus hermanos de padre o de madre.

La señora donde duerme, una de las que ella llama “tía”, se tranca en su minúsculo y triste hogar, y la deja fuera de casa si no ha llegado a las 9 de la noche. Ondina es una niña que quiere jugar y no entiende los peligros de la calle. Con su lindo cuerpecito y su hermosa sonrisa, si pasa la hora, tiene que buscar dónde dormir en un barrio conocido por sus moteles y vida nocturna. Ella cuenta que pasa la noche en el suelo o en cualquier  rinconcito  donde la dejen estar. Al día siguiente no va a la escuela porque está estropeada y no tiene su uniforme a mano, así le toca reiniciar un nuevo día con las mismas dificultades, teniendo que sustentarse a sí misma, buscar quién le dará la cena que la “tía” no le  brinda. Gira a veces desesperadamente en Villas Agrícolas en búsqueda de su padre y de los cheles de la comida.

En la comunidad se comenta entre los vecinos cercanos a ella que fue víctima de abuso  sexual, pero nadie sacó la cara por ella, nadie pidió que se hiciera justicia, no tuvo pariente ni doliente y ha tenido que enfrentar el ultraje a su inocencia ella sola.

Cuenta que su madre no la ama y no la quiere cerca porque odia a su papá y la presencia de Ondina se lo recuerda, y que por eso decidió soltarla en banda. Sin embargo, vive con dos hijos más pequeños y se fue a Bávaro dizque porque allá se mueve más la picada, o sea, el dinero fácil.

¿Quién se hará cargo de que los derechos fundamentales de Ondina de vivir su niñez a plenitud sean respetados? ¿Quién se hará cargo de Ondina y de todas las demás Ondinas?