Se ha dicho que los kindles, las tabletas, los smartphones han entablado una competencia feroz con el libro papel. No obstante, este soporte aún no da señales de perder la carrera.
En mi familia coexisten los defensores de ambas tendencias: los amantes del libro como objeto que se puede palpar, tocar, subrayar, que no pueden dormirse sin el santo ritual dedicado a la lectura. Uno de ellos con tanto amor y aprecio hacia el objeto que ha asumido el difícil reto de editar libros. Y otro que desde que ha sacado sus libros de adolescente y cursos universitarios de su biblioteca lee solamente en tableta.
Entre los abanderados de los dos modos de lectura circulan motivos de sobra para inclinarse hacia una u otra modalidad que a veces conjugan. Por ejemplo, que hay muchas más opciones impresas con los millones de libros imprimidos en el mundo, a pesar del aumento de los catálogos de e.books.
En cuanto a saber cuál de las dos versiones es más ecológica, se puede considerar que los libros papel tienen una vida generalmente más larga que los numéricos y que pueden sobrevivir hasta millares de años, resisten a las caídas y no necesitan electricidad para ser recargados.
Para algunos, tener un estante de biblioteca en su casa, al ser un mueble abierto, favorece la socialización. Saber lo que lee el otro es un potente indicador de personalidad y un tema de discusión. Claro está que, desde este punto de vista es más difícil tener a la vista su colección de e.books. Ahora bien, une biblioteca llena de libros requiere de un buen espacio y no es lo ideal si uno vive en una pequeña superficie.
Es verdad que hay que tomar en cuenta que al momento de mudarse los libros son pesados para transportar. En la cartera, en viaje, el kindle permite tener acceso a una inmensa biblioteca que no pesa nada.
Por otro lado, según un estudio realizado por investigadores canadienses y noruegos, la lectura sobre papel permite tener una mejor representacion mental del contenido que sobre kindle o tablet, además de que no cansa tanto los ojos como la luz azul de las pantallas.
Como pasamos horas frente a nuestras múltiples pantallas, leer un libro que uno pueda agarrar con sus manos significa desconectarse de la digitalizacion y evadirse del mundo virtual.
Tenemos, hoy en día, una pluralidad de soportes, sin embargo la constatación de la decadencia de la lectura, especialmente entre los niños y los jóvenes, es casi universal y se ha demostrado que el abuso de los medios informáticos entre la gente joven les invalida para el acceso a la cultura tradicional. Es notorio que la progresiva disminución de la lectura acarrea como consecuencia cierta superficialidad del ser humano.
Empero, cuando se habla de las diferentes formas de leer hay algo alentador al demostrarse que uno puede seguir leyendo con las dos modalidades.
A la hora de Netflix, de la Playstation, de Facebook, etc. que roban cada vez una fracción mayor de nuestro tiempo, cada persona que lee un libro es una victoria que se debe saborear. Ver a alguien que lee un viejo libro de bolsillo de Neruda debe hacernos feliz de la misma manera que alguien que lee a Stephen King sobre su tableta.
Por el placer y los inumerables beneficios que generan buenas lecturas vale la pena luchar para que los niños, niñas y adolescentes de la República Dominicana tengan acceso a libros y a bibliotecas con buenos contenidos.
El libro desarrolla la imaginación y el sentido crítico. Nos abre al mundo, nos permite saber quiénes somos y vivir mil y unas vidas. La lectura es además un refugio, una pausa en el bullicio, una actividad que se realiza en el silencio y que merma la soledad.
Desarrollé mi gusto por la aventura leyendo los libros de una escritora francesa para niños, T. Trilby, seudónimo de Marie Thérese de Marnyhac, que escribía, entre otros temas, sobre países exóticos y lejanos como la India o Vietnam: Florette o el río de los Perfumes o Mâlasika, pequeño principe indu. De niña tenía una alcancía y juntaba cada franco recibido para comprar el último libro de esta autora y de muchos otros escritores para niños.
El viaje emprendido con la lectura puede ser interior y geográfico, a veces es sencillamente mágico. En estos días de encierro me transporté a Japón, Irán y España con intensidad y en algunos casos con mucha emoción, gracias al poder de las palabras y talento de los autores.
Como dijo últimamente el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire: “la literatura es libertad y la pantalla puede sojuzgar”. La elección está en nuestras manos.