Estoy seguro de que si desde el Bravo hasta la Patagonia, país por país, cualquiera de nosotros le dijera a la gente común que desde 1844 esto que llamamos Estado Dominicano no ha sabido cumplir una tarea tan elemental, como es recoger, transportar, disponer y aprovechar la basura de todas y cada una de sus ciudades, nadie lo creería. Y si acaso se nos ocurriera contar los macabros detalles de esa tan larga historia de ineficiencia, simplemente se reirían y nos darían la espalda. Porque es que para todos ellos eso sería sencillamente insólito, inaudito, incomprensible, ridículo y, efectivamente, cómico.