¿Por qué los políticos del sistema -con la superficialidad de sus discursos de campaña- impacientan a los huérfanos de conocimiento en mítines, con arengas fraudulentas, mala fe y desbordantes ambiciones personales? 

Ah!, los políticos del sistema, que no comprenden el sentido cívico de la palabra honestidad, quieren conquistar esa voluntad pura, esa conciencia tranquila, esa inteligencia natural, que está, aparentemente, aislada, no envuelta en espejismos del progreso, llena de virtud, para malearla, para hacerla parte del colectivismo de ingenuos que subestiman, y avanzar cómodamente  “conquistando” y ganando terreno sobre aquellos que pudieran dejarlos  huérfanos de votos, perdón, huérfanos de poder. 

El Estado quiere tener merced a sus intereses una servidumbre ágrafa, agotarla, arrinconarla, hacerla estéril, dependiente. El Estado la coloniza con el clientelismo y la envenena con su voluntad invisible; la narcotiza con un rostro de  “bondad” que oculta la instrumentalización de  la caridad  mezquina. 

¿Qué son los mítines? -Aglomeraciones, tumultos para cautivar y chantajear a las masas, y castrarles  su dignidad. 

¿Qué son los mítines? -El secuestro de voluntades a través de la patología de la simulación de los políticos. La palabra “mitin” posee un valor sociológico, representa una espantosa manera orgánica de dominio; supone un extravío, una fuente de perversidad para alimentar la ceguera inducida de los otros,  de la miseranda rural y urbana. 

Traído al presente, el “mitin” político es, como un follaje en el cual desde sus ramas se trepa a la notoriedad. Los opuestos se solidarizan en el “mitin”, es decir, explotados y explotadores, en torno al “enaltecimiento” del líder de marras. 

Qué desequilibrados espirituales son los políticos del sistema, que se asignan a sí mismos colocarse a la cabeza del “cambio” y de las transformaciones, como enérgicos árbitros, solo para concretizar un intervencionismo atroz en la deplorable debilidad de los otros. 

¿Cómo es la voluntad del bueno? ¿Cómo es la voluntad de los incautos? ¿Cómo es la voluntad de los que fingen? ¿Cómo es la voluntad de los que mueren de tristezas? 

Morir de tristeza parece ser el fin de la vida de muchos en esta tierra: oprimidos, engañados, violentados en sus derechos, reducidos a la miseria por el dominio del Estado, los monopolios y los políticos. 

Un Estado burgués fuerte, a través de la opresión y el dominio mediático, se caracteriza por la manera tóxica en que hace de sus pecados un manantial de virtudes.

La mentira es, hoy por hoy, una virtud comunicacional; la fría espontaneidad de simpatía es, hoy por hoy, una virtud comunicacional; poner en boga la simulación como un “recurso del método” es, hoy por hoy, una virtud comunicacional; “influir” para crear confianza en el Estado a través de la mordaza y la censura es, hoy por hoy, una virtud comunicacional; hacer de los ciudadanos dóciles espectadores de la teatrabilidad del Estado es un valor agregado de la virtud comunicacional. E

sta es la razón por la cual el Estado necesita ponerse constantemente prótesis. Es que el peso del Estado burgués, con un cuerpo de funcionarios especializados en la mentira, se transforma en un Estado corporativo de la mentira y de la corrupción, usando repugnante medios ilegítimos para crear confianza en su autoridad patriarcal. 

El Estado burgués es un feudo; un feudo que de cara al público, no deja de ser una industria del descaro. 

Así, las cosas, pensemos en que todo tiene que tener un límite.