Un escritor sudamericano desde los 70s se mofó de la democracia que plantamos, cuando dijo: "si el voto sirviera para algo ya estuviera prohibido".
Esta sentencia trae consigo la flaqueza e hipocresía de nuestra democracia, no hay autenticidad ni transparencia en el funcionamiento de sus principios básicos en la mayoría de países latinoamericanos.
En Dominicana es una parodia que culmina exitosamente como tragicomedia, sin mayores resultados que no sean hacer más ricos a los pudientes y ofrecer ganancias con malas artes a los detentadores de espacios de poder.
Su inteligencia trabaja con la estrategia de dejar un pequeño espacio a otros para que se crean disfrutar de sus bondades y libertades.
Ellos presencian el espectáculo con las mismas artimañas de los negocios: ganar, ganar. Es ahí la razones de porque un candidato a Diputado emplea diez millones de pesos en campaña, desde luego con la seguridad y certeza de que sería una inversión con la finalidad de obtener grandes beneficios, de lo contrario quien no tenga plata, no participa; pero con la retórica seguimos siendo demócratas.
Nuestra democracia devino en una plutocracia, salen a candidatos los que poseen ciertas fortunas, quien no la posea queda fuera del juego y permanece de espectador aunque tenga talento, seriedad y decencia. Esas virtudes no valen, se eligen los menos aptos y la democracia se vierte en retórica vacía que no permite la pluralidad y una representación de equidad social.
La democracia se fortalece cuando se expresa la diversidad, en tanto la hegemonía que se pretende sólo genera autoritarismo, nazismo, dictadura y descomposición social que aplastan la conciencia libre de los pueblos
En nombre de esa democracia el poder se abroga la autoridad de torcer voluntades y enviar instrucciones de castigo y sanciones económicas a comunicadores para que no sean atrevidos en sus declaraciones y comentarios acerca de temas sensibles a su permanencia; se valen las trivialidades y el "embullo" por las cosas menudas que no afectan los procedimientos hegemónicos del consorcio del poder.
Marino Zapete y su colega Edith Febles se pasaron de la "raya" en el programa El Despertador, entonces la sanción a través de interpósita persona los separa de su habitual responsabilidad profesional y ética.
Y el jueves recibimos la noticia de que suspendieron el programa de Anabel Alberto y su compañero de trabajo en la radio por atreverse a salpicar de políticas contrarias a la hegemonía imperante. Prohibido hablar a los comunicadores muy independientes de cuestiones que molesten al Gobierno.
Esas mismas presiones de por sí trasladan el mensaje de temor y miedo a perder sus espacios y publicidad a los responsables de esos programas radiales o televisivos.
Se va achicando la libertad de ejercicio de los comunicadores en proporción al acercamiento de la fecha de las elecciones: tenemos una democracia trunca.
Lo mismo observamos en un programa nocturno muy visto, con un gran profesional, de carisma impresionante y un periodismo novedoso; sin embargo se aprecia la disminución de sus encantos críticos hacia ciertos temas que eran muy sensibles a las esferas de poder, el pueblo acostumbra a decir: "bajó la guardia".
No obstante, hay muchos periodistas y comunicadores de temple y condiciones éticas que seguirán la batalla como en Venezuela, Ecuador y otras Naciones.
La llama de la libertad seguirá ardiendo como en sus mejores tiempos, porque el cambio que se opone a la hegemonía va en camino a la victoria trazado por el ejemplo de Venezuela y en defensa sagrada de la democracia.
Los meses previos a las elecciones nacionales, tal como hemos contemplado en pasados comicios, el Gobierno -que usa nueve millones de pesos diarios en publicidad- no escatima esfuerzos en reprender a canales o periodistas que no son afectos por su criterio de independencia y pensamiento crítico.
Vendrán nuevas reprimendas contractuales a medida que avance el proceso electoral y se espera que intensifique días anteriores al 15 de mayo.
Ha sido la práctica de irrespeto a la diversidad de ideas y criterios de los comunicadores, supeditados sus programas a propietarios y empresarios del sistema comunicacional; la democracia se fortalece cuando se expresa la diversidad, en tanto la hegemonía que se pretende sólo genera autoritarismo, nazismo, dictadura y descomposición social que aplastan la conciencia libre de los pueblos.
Dejemos que afloren los aportes cuestionadores de los profesionales de la palabra y loor a todos los que no se rinden ni entregan su pluma al dinero, que son muchos y admiramos en medio de variopintas tentaciones.