La aproximación teórica que se hizo cuando decidimos impulsar el proyecto estructurante para que la ciudad de Santiago se dotara concertadamente de la Agenda de Cultura para el Desarrollo (ACD),  fue que cuando habláramos de “CULTURA PARA EL DESARROLLO” nunca queríamos significar el incorrecto término de “desarrollo cultural”, mucho menos el errado concepto de “desarrollar la cultura”, tampoco “llevar cultura a los pobres”, y jamás “colocar un momento cultural en un evento”. Como subraya Rafael Emilio Yunén y conceptualiza Alberto Abello Vives, cultura para el desarrollo es valorar la cultura como recurso y vía, una auténtica “savia del desarrollo”.

Para el Centro León, el Consejo de Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES) y los más de 250 grupos culturales y actores independientes participantes en este proyecto, la frase “cultura para el desarrollo”, armoniza todo el continente histórico-vivencial que se expresa en el Ser, el Estar y el Hacer de los seres humanos y se concreta en sus diversos modos de vida, y lo vincula con la categoría desarrollo, es decir en acuerdo con Amartya Sen, con la acumulación de capacidades y funcionalidades necesarias para habitar un territorio con calidad de vida. Enfocamos “cultura” como esa gran mixtura y diversidad de formas de convivencia, costumbres, tradiciones, imaginarios, sistemas de valores y prácticas simbólicas, generadas colectiva o individualmente. 

La Agenda de Cultura para el Desarrollo (ACD) ha formulado por primera vez en una ciudad de Centroamérica y El Caribe, la visión estratégica conjunta, las tres estrategias de actuación concertada y los 25 proyectos estructurantes que se enfocan en evidenciar que todos los pueblos tienen cultura y que la cultura es consustancial a la evolución humana, no existiendo el concepto muy utilizado en nuestro medio, de “ausencia de cultura”, pues pobres y ricos poseen cultura.

Igualmente consensuamos en el contexto de la ACD, la crítica a los que pretenden “llevar cultura a los pobres”, pues sabemos que la cultura no se lleva, ni se trae a ningún lugar, sino que existe, se concreta y evidencia en el mismo modo de vivir de la gente que reside en un territorio.  Mucho menos, validamos la pretendida intención muy frecuentada en la primera mitad del siglo XX que intenta dar acceso a la ciudadanía a una supuesta “cultura refinada”, cuando se conoce que cultura y nivel de instrucción, son conceptos muy diferentes y delimitados.

También nos apartamos de la noción tradicional que pretende denominar “culto” a la excelencia creativa del ser humano y a una persona muy capacitada. Por igual,  estamos lejos de la intención premoderna de que la agenda cultural es para fomentar solamente un llamado “momento cultural alegre”, una fiesta o feria donde los productos de las bellas artes son dirigidos para hacer más ameno un programa.

El peso específico de la noción tradicional de la cultura fue tan predominante en las ciencias que hasta llegó a registrarse en la historia de la antropología como una tendencia. El más conservador de estos abordajes proviene del antropólogo inglés, Edward Burnet Taylor (1871), quien con su obra CULTURA PRIMITIVA, trató de ordenar las culturas humanas, prescribiéndolas desde las más salvajes hasta las más civilizadas, situando las culturas occidentales en la cúspide de todas las culturas. Incluso este autor, en su visión antropológica, caracteriza la cultura como una acumulación de saberes a partir de un continuum donde lo primitivo es cero.

La exitosa iniciativa de formular en la ciudad de Santiago, la Agenda de Cultura para el Desarrollo (ACD) trabajó con una conceptualización de “cultura” en coherencia con las experiencias del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) y los consensos alcanzados por la UNESCO y los Objetivos del Mileniun (ODM) acordados por los países miembros de Naciones Unidas (ONU). Asumimos “cultura” como modo de vida lo que aporta una amplísima relación con las potencialidades de la sociedad moderna para facilitar el desarrollo humano. Para la ACD “cultura” se gesta como recurso, escenario y fin del desarrollo. En la otra colaboración seguimos.