“Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas; si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra; si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”. (Sun Tzu).

Llegado el día D que fue ayer domingo 6 de octubre, donde se llevó a cabo una encarnizada lucha por el voto de la ciudadanía en unas primarias simultáneas de dos partidos, caracterizada en que una fue abierta (PLD) y otra cerrada (PRM). En el PRM aconteció lo que todas las encuestas predecían: Luis Abinader ganó con amplio margen (74 a 22).

En el PLD la competición fue más enconada y encendida y lo fue porque los actores políticos protagonistas cierran ciclo, es un estado de muerte súbita políticamente, por lo menos en los niveles de altura política que llevaban hasta ayer (Leonel/Danilo). Una lucha de cierre de ciclo y al mismo tiempo, por el dominio del Estado y su respectiva corporatividad. ¡Nada de lucha ideológica y de visión en la construcción de la democracia!

La coyuntura política que no es más que un momento o estado de inflexión entre distintos actores políticos. Es la coyuntura el espacio en que se abre toda la atención y se flexionan para incubar las posibilidades en la redefinición de las relaciones de poder. Poros donde penetran y potencializan en la penetración, nuevas instalaciones de correlaciones de poder. La coyuntura puede abrigar en su seno la captación de los entornos dinámicos, de los conciertos sociales y con ello, nuevas marcas de influencia.

Los resultados de ayer sirven como una nueva marca de pedagogía social para nuevos alcances en los niveles de la participación de la ciudadanía. El ejemplo más significativo es que el Estado no lo puede todo. Los datos arrojan cuasi un empate técnico. El Estado no puede imponerse sobre la base del dinero, del miedo, del chantaje, de la manipulación, del servilismo más abyecto, más vil y de la miseria. No puede afincarse por encima de su propia legalidad al derrumbar, desconocer normativas, leyes y la Constitución que lo sustenta. Vimos como el Jefe del Estado y del Gobierno violaba la Constitución en su artículo 212 numeral 4, como violaban la Ley de Función Pública (41-08) en sus artículos 9 y 13. La Ley de Partidos Políticos (33-18) en su artículo 25, numerales 5 y 10 y la Ley del Régimen Electoral (15-19) en su artículo 196. Según Participación Ciudadana en el 30% de las mesas se compraron cédulas, lo que en gran medida representa una crisis de legitimidad en una democracia de mediana intensidad.

Asistimos a una descomunal y cruel competencia donde no hubo la más mínima equidad. Sin embargo, el mapa de constructo que se obtiene de la neuropolítica nos decía que el candidato del gobierno no podía ganar. Ganó por el exceso del Estado, por la compra de votos, por el clientelismo, en todas las provincias estaban dando enseres domésticos (estufas, neveras, tanques de gas, etc.). Era un candidato de la intuición, de la improvisación y de la ocurrencia. ¿Podía un candidato sin discursos, sin ideas, rebasar 30 puntos en dos meses? En una democracia donde se respetan los valores que la encarnan, era obvio que no. ¡No es la templanza de los actores políticos nuestros ni de sus calidades y decencia!

Los mapas mentales construidos alrededor del candidato de Danilo Medina estaban forjados a la luz de un efectivo marketing político, con todas las dimensiones que engloba. Se basaron meramente en la comunicación política, que ha de contenerse en el marketing, como parte inexorable de su relación, empero, no como el único signo vital, pues ello trae consigo la exacerbación del candidato en la campaña electoral.

La comunicación política fue tan intensa, tan visible, sin embargo se dibujaba la falta de coherencia entre el candidato y la publicidad. La imagen del candidato flotaba en el aire, la falta de consistencia entre él y el producto que querían vender. Las 4P del mercadeo brillaban por su ausencia en el aspirante del Ejecutivo del Palacio Nacional. La fuerte presencia, su fuerte visibilidad mediática, logró el impacto esperado, a pesar de que en los dos meses de su traza fue precisamente la mayor cantidad de apagones que podamos recordar en los 7 años de gestión de esta administración.

Sin todo el poder del Estado y el gobierno completo a favor de esa candidatura, el mismo Presidente conduciendo cada detalle, no hubiese alcanzado más de un 15 a un 20%. El impacto, el influjo del Estado, no alcanza más allá de un 15% en la influencia de la captación y cooptación de los votantes. En el 1978 lo verificamos con Balaguer, con todo el Estado a su favor y los militares. En el 2004 lo comprobamos con Hipólito Mejía, que apenas sacó un 33% y la validación donde el Presidente no pudo modificar la Constitución.

Una parte de la sociedad dominicana decidió ir a votar por Leonel porque intuyó que el adversario más dañino para la democracia era Gonzalo Castillo, tanto por la profunda falencia en su formación general, como de su instrucción política y el desconocimiento exorbitante, monumental de la problemática social, educativa, en fin, de los problemas cardinales de nuestro país.

El candidato logró exhibirse en tres entrevistas y ellas lo evidenciaron como un candidato débil, quebradizo. Sin embargo, con todo el peso de la presencia en la radio, la televisión y los periódicos, el abuso de poder y de los recursos del Estado, encontró el efecto esperado.

De las encuestas hablaremos en otras entregas. Sí podemos decir que son las herramientas, los instrumentos más idóneos para saber lo más objetivamente posible el conocimiento del mercado electoral. Son el indicador, la brújula, la manecilla de la aguja del reloj que nos dice dónde estamos hoy y que puede cambiar mañana. Pueden darse errores tales como:

  1. En las muestras,
  2. El formulario,
  3. El encuestador,
  4. El tratamiento de los datos,
  5. La reputación, experiencia y credibilidad de la encuestadora,
  6. Quien paga la encuesta,
  7. El caudal ético en el ejercicio de esta profesión.

¿Por qué todas las encuestas, independientemente de quien las financiara, coincidieron en que Luis Abinader ganaba con amplio margen? ¿Por qué entonces cuando se trataba de Leonel y Gonzalo las diferencias eran tan abismales? Está claro la falta de  ejercicio ético de la mayoría que hicieron esas encuestas. No la falta de sus niveles técnicos sino que ven las encuestas como un mero negocio donde adornan, maquillan las mismas de acuerdo al cliente.

En el arte de la guerra y el arte de una competencia electoral ha de tomarse en cuenta el conocimiento profundo del terreno en que se desarrollan los actores y las batallas; conocer, incluso a los stakeholders. En esta precampaña el candidato del poder no se conocía a sí mismo. La propaganda se convirtió en un mero instrumento del marketing político, creación de imagen, manipulación. ¡Soñamos que en un futuro, en nuestro país se pueda fidelizar al electorado sin la necesidad del dinero, del clientelismo, de la compra de votos de manera visceral!