La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), organismo regional que promueve “la integración y desarrollo de los países del área”, ha asumido la vanguardia por la descolonización de Puerto Rico (interprétese independencia donde dice descolonización, dados los discursos pronunciados por varios mandatarios no subordinados a Washington a favor de la separación y la participación de Rubén Berríos Martínez como parte integral de la delegación nicaragüense).
No es para menos; la independencia no llegará ni por la acción de sus ciudadanos, anquilosados la gran mayoría por el dinero norteamericano y la praxis de un consumismo desmedido, ni por las gestiones del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), que ha hecho de la lucha por la independencia de Puerto Rico una profesión tan remunerada como cualquier otra.
La CELAC está cometiendo un significativo y grave error al asumir la vanguardia de esta lucha sin tomar en cuenta el sentir generalizado de los boricuas. ¿Por qué? Como el proceso de descolonización no podrá verse materializado con las armas, como fructificaba en épocas lejanas que sembraron a América de libertadores y paladines, tendrá que llevarse a cabo por medio de una consulta que presente a los puertorriqueños las únicas dos alternativas posibles de estatus: independencia o anexión, y, cuando este ejercicio se haga realidad, el mundo tendrá la oportunidad de observar lo que puede hacer el dinero, el peor de los males dentro de los esquemas de dominación, con la conciencia de los ciudadanos.
¿Cuáles serán los resultados finales? Primero, las presiones externas por la “descolonización” inducirán a un desenlace opuesto al esperado: Puerto Rico optará por la anexión, no por la independencia, y esta secuela tendrá que provocar cambios en los protocolos de los organismos internacionales y en los discursos de los abanderados de la izquierda latinoamericana; segundo, Estados Unidos saldrá fortalecido ante el mundo cuando los puertorriqueños opten por la anexión, estatus que se verá favorecido en forma abrumadora ante la fórmula separatista; y tercero, cuando se sometan a escrutinio los métodos tradicionales de dominación (supresión de libertades, represión, asesinatos, miseria y hambre), el país más poderoso del planeta, odiado por la injerencia y el intervencionismo constantes en asuntos de otras naciones, sobresaldrá como el único que ha ejercido la soberanía en una colonia a la que ha proporcionado gobierno propio y calidad de vida material sin precedentes…
De Estados Unidos puede esperarse cualquier cosa pero, para enfrentar ciertas posiciones, rígidas en la mayoría de las ocasiones, en el plano de la política internacional, sobre todo en el tema de la soberanía de Puerto Rico, hay que tener cuidados extremos y ver más allá de lo aparente. El mundo exterior no conoce del poco esfuerzo que hace el pueblo boricua por su liberación, actitud que lo inserta en un estado de inercia que se ve matizado por la falta de presencia de los grupos independentistas (encabezados por el PIP) en acciones militantes y concretas de separatismo. La independencia es, en los actuales momentos, más corriente simbólica que realidad viviente… es lo más parecido a una utopía.
La anexión será, si el problema se saca de las esferas norteamericanas, la resolución final tomada por todo un pueblo a pluralidad de votos, en contra de los reales intereses del imperio, que sólo está a la espera de alguna iniciativa de segregación por parte de los puertorriqueños para desprenderse de una carga que se hace más pesada con el transcurrir de los días, y, además, culminará como el producto de una política totalmente equivocada sustentada por el independentismo elitista del PIP, que se arroga la exclusividad de la lucha por la soberanía de Puerto Rico sólo por poseer una pírrica mayoría entre las agrupaciones patrióticas que hacen vida separatista en la tierra de Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campos, Julia de Burgos y Ramón Emeterio Betances.
Puerto Rico debe salir del calvario en que se ha sumido, que fuera de recursos materiales no ha proporcionado nada positivo al ciudadano común; debe acabar con el cliché de “lo mejor de dos mundos”. El Estado Libre Asociado debe desaparecer y dar lugar a la República de Puerto Rico o al estado 51 de la nación norteamericana. Es la salud mental de los puertorriqueños lo que está en juego. Basta ya de tantos miedos y mentiras… basta ya de un estatus que enferma y traumatiza la población.
Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
1 de febrero de 2015