La cultura es un recurso estratégico fundamental para toda sociedad que pretenda alcanzar su desarrollo. Identificar prácticas culturales contrarias el desarrollo es fundamental. Diagnosticar y reformular su cultura es necesario para toda sociedad progresista y sus empresas.
Por naturaleza de código abierto, como la cultura, la laicidad y la aconfesionalidad del Estado es condición esencial para el desarrollo de toda sana práctica económica y cultural.
Como fuente de “identidad nacional” la cultura es: creativa, plural, diversa, flexible, porosa, transversal, viva, crítica, inteligente, libre de toda ideología dominante que pretenda predominio ideológico y control social.
En este sentido entendemos que todo “proyecto cultural” que se pretenda implementar debe abocarse, antes que todo, a diagnosticar el grado de “práctica laica”, el grado de “cultura laica” que registra el Estado y la sociedad que se pretende abordar.
Por naturaleza de código abierto, como la cultura, la laicidad y la aconfesionalidad del Estado es condición esencial para el desarrollo de toda sana práctica económica y cultural
La sociología llama “anomia” a la falta de normas o a la incapacidad de la estructura social de proveer a la colectividad lo necesario para lograr las metas individuales y de la sociedad. Hay que tomar en cuenta que la anomia, lejos de ser natural, ha sido inducida, es una acción consciente de grupos dominantes que buscan evitar cambios sociales, su meta habitual.
Pero también existe la “Anomia Cultural”: un “trastorno cultural” agravante que suele impedir que la propia sociedad detecte y diagnostique su propia enfermedad, la anomia que impide el progreso de la sociedad.
Esta anomia cultural y trastorno suele registrarse en sociedades de escasa conciencia política ciudadana, donde, quienes dicen estar a favor de nuevos cambios, suelen ser los mismos que controlan e implementan la anomia y la “anomia cultural”, por conveniencia ideológica grupal: Suelen desarticular la estructura social y al Estado para que no puedan servir de instrumento para la consecución de las metas y anhelos individuales y colectivos de su sojuzgada sociedad.
En este sentido, el Estado dominicano se encuentra afectado de anomia: impedido de poner en práctica la laicidad que le ordena la Constitución: Nuestra estructura social y normas nos niegan alcanzar la meta de “Estado laico-aconfesional” que aspira nuestra Constitución: existe una ruptura entre las prácticas estatales y su propia meta de Estado como ente laico y aconfesional.
Sabemos que la laicidad del Estado es condición esencial para el desarrollo de todo proyecto cultural, pues la cultura debe ser: plural, diversa, flexible, porosa, libre de toda ideología dominante que pretenda manipular y disfrutar de privilegios para ejercer su predominio ideológico y su control social. Crear significa romper con lo establecido, a lo que se resisten los grupos tradicionalistas y conservadores que suelen ejercer el poder, los que buscan “tradición y orden” para continuar.
En este sentido entendemos que, para conocer su contexto y cumplir con sus metas, todo “proyecto cultural” ha de verse obligado a diagnosticar el grado de “cultura laica” y de “práctica laica” que registra la sociedad que pretende abordar. Aproximarse a la realidad es fundamental.
Todo proyecto cultural que procure verdaderamente el desarrollo está obligado a presentar nuevas visiones y cambios de pensamientos, pero sobre todo, despojarnos por siempre de aquellas “culturas asesinas” que se manifiestan contra el avance de la sociedad.