Las protestas en la Plaza de la Bandera el pasado 27 de febrero y las escenificadas en diversas ciudades del país contra la bochornosa a suspensión de la votación el 16 de febrero, no pueden desligarse de los diversos movimientos de protestas contra este gobierno en los últimos años, como Marcha Verde, por ejemplo. Pero, las jornadas del 17 al 27 de febrero que durante esos diez días estremecieron nuestro sistema político, nos dicen que en este país ya no será posible establecer gobierno basado en sistemas de corrupción e impunidad ante la mirada indiferente de importantes sectores de sociales. Estos diez días han sido mortales para este gobierno y una esperanzadora e importante advertencia para los que vengan en futuro.
La historia política registra muchos movimientos de protestas, inicialmente muy amplios que a la postre terminan como sobresaltos; importantes, pero esencialmente sólo eso: sobresaltos. Sin embargo, el contexto en que se produjeron las protestas en Plaza de la Bandera y otras ciudades, les imprime una potencialidad que podría impactar decisivamente en el presente y futuro político del país. Las consignas de los manifestantes reflejan variados niveles de conciencia política, pero es notoria la sistematicidad y cantidad de consignas, que expresan una importante conciencia sobre el momento político que vivimos. Esa conciencia se manifiesta en plaza, en las redes sociales, en espacios públicos y privados manifestando una firme voluntad de incidir en la vida política.
El mayo francés del 68, iniciado como protestas estudiantiles, fue el movimiento de masas que más ha impactado en las instituciones sociales del llamado continente occidental. Después de ese acontecimiento, en Francia como en Italia las instituciones políticas, educativas y de la familia jamás volvieron a ser como antes. Aquí, a diferencia de los referidos países, las concentraciones de Plaza de la Bandera realizadas en el contexto un régimen moribundo, de unas instituciones degradadas y hasta pervertidas por los gobiernos del PLD y profundo encono de la población contra ese partido, determinan que el impacto de esos hechos en el futuro político del país podría ser decisivo, no sólo para el final de este régimen, sino para la futura reconfiguración el sistema político.
Ello así, porque las protestas del 17/27 febrero realizadas en el contexto de un proceso electoral que, como tal constituye uno de los momentos en que más se exhorta a la gente a la participación política. Esa circunstancia colocó a los manifestantes ante un hecho concreto de la política: el bochorno del 16/febrero cometido por el PLD/gobierno antes y durante el proceso electoral, lo cual ha determinado el carácter esencialmente político de unas protestas que tienen algunos elementos típicos de los movimientos sociales. A diferencia de otros, este movimiento llama a la participación política y al ejercicio del derecho al voto, en la presente coyuntura y en la vida política en términos generales. A pesar de algunas voces de la antipolítica, ese llamado es pertinente, maduro e impresionantemente pedagógico.
El movimiento expresa su gusto por la libertad, reclama a los políticos nueva forma de hacer política y muchos de sus integrantes, anteriormente alejado de la política irrumpen en esta esfera y nada hace pensar que la abandonarán sin dejar una profunda huella en nuestro futuro como sociedad, y ese reclamo del movimiento, además de la exhortación a que la gente vote ha disparado las posibilidades de triunfo de la oposición, las cuales iban in crescendo antes del 17 de febrero, se han disparato a tal punto que hoy día parece de sentido común que el principal candidato de la oposición ganaría en primera vuelta. También que serán más los alcaldes, regidores y directores de distritos municipales que obtendría la oposición. Lo dicen las últimas encuestas.
Es un triunfo de la política, de la idea de que en la espera de la participación y través del voto es como se pueden hacer los cambios en los sistemas políticos en el actual contexto de la práctica política a nivel mundial. Este movimiento constituye la estocada final al colapsado régimen peledeista, pero es también una advertencia a quienes aún no se han convencido de que de más en más crece en el mundo entero la conciencia de que no es posible ningún cambio sustancial en la vida cotidiana de la gente con gobiernos nacionales y/o locales sustentados en la corrupción. Tampoco que ningún proyecto de sociedad puede ser viable si sustenta en figuras mesiánicas/autoritarias. Sobran los ejemplos.
Para mí, esa conciencia/advertencia es lo más relevante de los diez días que estremecieron este país: 17/27 febrero.