Las situaciones de abuso sexual infantil y/o intrafamiliar que se multiplican despiertan en nosotros algo que tiene que ver con el orden del horror y provocan negación, generan rechazos y temores. A pesar que se trata de actos que han sido perpetrados desde la antigüedad la tendencia histórica ha sido de encubrir, negar, minimizar y silenciar su frecuencia y sus efectos,

Se suele pensar que los abusos ocurren puertas afuera y que en la familia se cuida y protege a los niños, pero considerar esto es uno de los principales errores. Debemos recordar que la mayoría de los abusos sexuales contra niños suceden dentro del ámbito familiar.

Debemos dejar de lado una visión ideal que presenta a la familia y a los padres como proveedores de protección y cuidado. La familia ha evolucionado y hay que tomar en cuenta el sinnúmero de tipos de familia que encubre este término hoy en día.

La familia actual presenta una infinidad de variantes que comprenden, entre otras, familias nucleares, matrifocales, monoparentales, mujeres con hijos no deseados o a las familias reconstituidas. Partiendo de esta realidad, en numerosos casos la familia puede resultar más peligrosa que el mundo exterior.

Además, está demostrado que los abusadores no padecen siempre psicopatologías específicas que los distingan del resto de las personas ni pertenecen a un nivel socio-cultural determinado, la diferencia recae en el deseo sexual que sienten por los niños y en la concreción de estos deseos en el abuso. 

A esto se podría agregar que el abuso sexual infantil se rije por la ley del silencio, por una zona de sombras, por lo que es casi imposible saber la cantidad precisa de casos de violencia intrafamiliar y abuso infantil que se producen en una sociedad determinada.

El abuso sexual en la infancia es un drama privado que acontece en la intimidad, y que niños, niñas y adolescentes sufren generalmente en una soledad total. Este problema se caracteriza por su complejidad y se configura como un delito que requiere de actuaciones profesionales correctas y especializadas y de una Justicia capacitada y eficiente para así́ evitar la revictimización.

En los últimos años la existencia del fenómeno se ha hecho más visible, han aumentado las denuncias y la trascendencia mediática de los casos es notable.

Sin embargo, los  acontecimientos más sonados de violaciones son generalmente descubiertos y mediatizados cuando son acompañados del asesinato de las pequeñas víctimas. No obstante, después de un momento de emoción colectiva, ¿quién habla hoy todavía de Y…. , asesinada y violada hace apenas tres semanas? El crimen produjo una efervescencia mediática acompañada de entrevistas, artículos de opinión, y de comentarios de todo tipo en las redes sociales.

A pesar del relieve momentáneo que adquieren los sucesos más significativos dados a conocer, fuerza es de constatar que la defensa de los derechos de la niñez y el combate contra todo tipo de violencia que atañe a la niñez no es realmente todavía una prioridad compartida por toda la sociedad.

Es una preocupación que debería ir a la par con políticas de fortalecimiento del Sistema Nacional de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes y la salvaguardia de los derechos de la niñez, una mayor seguridad en nuestros barrios y comunidades, así como con políticas efectivas y coherentes de lucha contra la pobreza y en contra de la corrupción que desvía del erario público los fondos necesarios para la implementación de dichas políticas.

Nos dice Siria Febriel, una trabajadora social que da seguimiento a casos de abusos sexuales intrafamiliares: “En el país la protección de la niñez es una verdadera pantomima, uno inicia los procesos, pero si la Justicia no cumple con la parte legal estos se caen. Nuestros niños, niñas y adolescentes están huérfanos del cumplimiento de las leyes de parte de quienes deberían velar por ellas”.

Me recordó el caso de K., una niña que fue extraída de su familia y colocada en un hogar que se dedica a la reconstrucción de niñas violentadas, hace más de año y medio: “Después de varias intervenciones con la fiscalía, a pesar de los resultados fiables del medico legista que constató las violaciones que padeció la menor, la justicia niega todavía la autenticidad del testimonio de la niña, sosteniendo que por los hechos frustrantes que vivió  (luego de  repetidas violaciones de su padre y luego de su padrastro), puede inventar sobre lo mismo”.

La conclusión de Siria es muy clara: “¿Qué podemos hacer nosotros que solo conocemos la ley, pero no tenemos el poder?”.