La escuela dominicana se ha visto, en los últimos años, afectada por múltiples problemas. Algunos de ellos atentan directamente contra la paz personal e institucional, como la violencia física entre estudiantes y profesores; la violencia verbal y psicológica de los profesores hacia los estudiantes, de los estudiantes hacia los profesores y sus compañeros; el autoritarismo de algunos directivos que se colocan por encima de sus compañeros de trabajo y transgreden las relaciones humanas y las políticas de una gestión educativa y democrática. Incluso, los hay que atentan contra la vida: los juegos bruscos que terminan con la muerte; y el ingreso a los centros educativos con instrumentos no aptos para estudiar y aprender.
Los diferentes Ministros de Educación han implementado fórmulas diversas para restaurar la paz y garantizar aprendizajes con significados. Pero no todas las estrategias han resultado válidas ni efectivas. Por ello, las problemáticas se van agudizando cada vez más y estamos arribando a una situación grave: los problemas desbordan la capacidad de los gestores, de los docentes y de los equipos auxiliares, como los orientadores escolares. Ni nombro las familias, porque en la educación nuestra constituyen una figura decorativa que no acaba de encontrar lugar ni espacio para ejercer un rol digno y productivo.
Este contexto resulta preocupante para toda persona que tenga un sentido y una concepción transformadora de la escuela; preocupante, también, para toda persona que conciba la escuela como un espacio para construir futuro, para cualificar la vida y las capacidades de niños, adolescentes y jóvenes. Pero ha llegado el tiempo de pasar de la preocupación a ocuparnos a fondo de la escuela, para introducir cambios en su seno. Ha llegado el momento de examinarla, de reestructurarla, de descomponerla en sus partes para volver a armarla. Es preciso un nuevo diseño escolar que supere la amenaza de la vida; que cambie la inercia por la acción afirmativa; que elimine o reduzca la depresión educativa y posibilite procesos para pensar con novedad, para razonar con realismo, para actuar con responsabilidad, para no huirle al trabajo, para no esconderse ante el problema y, sobre todo, para no negarse a un ejercicio profesional y docente ético.
Sí, vamos a evaluar e investigar la escuela dominicana para analizar los mitos que la cubren, para destruir las ambigüedades que la ralentizan; para redescubrir las fuentes de conocimiento, de información, de experiencias y de aprendizajes que todavía forman parte de su historia educativa, de su discurso y de su práctica. Sí, es necesario sondear cuál es el caudal educativo que todavía tiene la escuela dominicana, cuál es el principio activo que mueve su diálogo interno y su diálogo con la sociedad. Es urgente constatar cuáles son los motivos que la inspiran, cuáles son los valores que le dan direccionalidad. Estamos quizás contemplando a la escuela contra la escuela, una institución que se degrada a sí misma y que depende de lo que coyuntural y empíricamente encuentre una comisión. Esto no basta. Llegó el tiempo de ir más allá.
Nuestras propuestas no son acabadas, pero pueden abrir horizontes nuevos en el proceso de construcción de una cultura de paz en la escuela dominicana. Son propuestas para avanzar, para introducir cambios en las relaciones, en los procesos de enseñar y aprender; y en la relación escuela-sociedad.
Propuesta I. Diseñar y poner en ejecución un proceso de evaluación de la escuela dominicana, teniendo como foco la calidad y calidez de las relaciones; los aprendizajes con significados, la productividad y la incidencia en la comunidad. El examen de estos cuatro focos puede aportar datos importantes para asegurar una cultura de paz y, además, para sacudir la escuela de tal modo que se reencuentre con sus responsabilidades; y avance.
Propuesta II. Priorizar el aprendizaje y la enseñanza de las artes, poniendo especial atención en la música, el teatro y la pintura. Las artes constituyen una fuente inagotable de alegría, de armonía y de búsqueda de lo estético. Focalizar las artes en el seno de la escuela constituye una opción transformadora, porque las actitudes, las relaciones, los valores y el comportamiento en general responden a motivaciones internas que fortalecen la libertad, la autoestima; y el bienestar personal y social.
Propuesta III. Arbitrar los medios, los recursos y las estrategias necesarias para que las familias dominicanas participen realmente en la vida de la escuela y, en reciprocidad, construyan situaciones y procesos en favor de la paz escolar-familiar. No podemos eludir un contrato social escuela-familias. Ambas instituciones tienen mucho qué decirse; tienen necesidad de apoyarse y de interpelarse mutuamente. Ninguna de estas dos instituciones puede aumentar la distancia ya existente. Hay que acortar esa distancia y construir una relación más educativa y alentadora.
Propuesta IV. Sanear el personal directivo y docente de la escuela dominicana para, en justicia, jubilar a tiempo a los que necesiten finalizar su carrera; cambiar las condiciones laborales de los profesores para propiciar condiciones que favorezcan la salud y el entusiasmo para el trabajo; erradicar el clientelismo de partidos y de asociaciones para que los docentes y la escuela sean más libres y menos dependientes de autoridades, de políticos y de líderes sindicales.
Propuesta V: El Ministerio de Educación debería instituir en las escuelas la Unidad de Investigación Educativa para impulsar pequeñas investigaciones que cualifiquen el trabajo de la escuela; que promuevan la elaboración de propuestas y proyectos para mejorar la vida de la escuela; para innovar los procesos de enseñanza y para posibilitar aprendizajes articulados a la vida de los estudiantes y de los demás actores. Esta propuesta, además, rompe con la lógica de que la investigación es de los centros de Educación Superior o de Centros especializados. Hablamos de una investigación en la vida y para la vida. Esta propuesta puede movilizar las capacidades de profesores, de gestores, de estudiantes y de las organizaciones del entorno escolar. Planteamos una investigación para el cambio educativo y para una cultura de paz sostenible.