En el parque, dos amantes en una tarde ancha, luminosa y fresca. Una tarde para los aman­tes. Para la ternura de los  amantes. Los dos imaginando en el cielo deidades y monstruos mitológicos de algodón, de los que la brisa hace a su capricho. Los amantes en la tarde pública, sin Eros subvertido. En eso un policía les or­dena tajantemente cancelar la ternura por "falta a la moral pública". (Me llené de espanto, porque aquí lo inmoral no es la violencia criminal, ni televisiva, ni política, ni  policial, ni la palabra violenta…¡Lo inmoral es la ternura de los amantes que aman el amor, lo más sublime de lo humano!).