El término vocación expresa sentimientos y acciones diversas. Por ello, al pensar en este concepto, destaco la energía que proyecta, la inspiración que provoca y eleva, la disposición que moviliza, la dignidad que despierta, la direccionalidad que orienta y la consistencia que anuncia firmeza y solidez. Asimismo, la expresión fuego me pone de cara a la luz, a la pasión, al amor, a la destrucción que recrea y reimagina el pensamiento y la acción. Además, el fuego desprende el calor y el entusiasmo que es propio del sujeto que actúa por convicción y que disfruta lo que hace.
Vocación y fuego son dos palabras con peso específico propio; con fuerza regeneradora de las ideas, de las actitudes y de las decisiones que tomamos en el ejercicio de la profesión, en el desempeño de las tareas que nos demanda la sociedad. Los lectores que han llegado hasta este párrafo se preguntarán, ¿Por qué la autora habla de una vocación a prueba de fuego? A partir de ahora vamos a dejar contestadas todas las preguntas y clarificada cualquier duda.
La figura central de este artículo es la Profesora Ligia Amada Melo. En ella pensamos cuando hablamos de una vocación a prueba de fuego. Mi primer encuentro con la Profesora Melo fue en el año 1968. Tuve la oportunidad de recibir un mes intensivo de clases junto a un grupo de profesores de todo el país, que se preparaba para participar en los programas de la Reforma Educativa de esa época. Fue en ese espacio que empecé a descubrir la fuerza de su vocación y de su calidez como docente; su convicción, de que para aprender hay que pensar, estudiar y trabajar.
Ninguno de los participantes en el curso pudo escabullirse para dejar las asignaciones indicadas por la Profesora. Ninguno pudo distraerse de su responsabilidad y de su compromiso con una participación fundamentada en cada una de las actividades de dicho curso. En ese espacio empezamos a notar la energía y la inteligencia con que nos orientaba así como la solidez de su formación y experiencia profesional.
En la década de los años noventa, volvimos a encontrarnos, en esta ocasión como compañeras de trabajo. La Profesora Melo, como Secretaria de Estado de Educación y Cultura y quien suscribe como Directora General de Currículo y como Consultora del Consejo Nacional de Educación. Una vez más, nos tocó palpar su pasión por la educación, su amor por todos los procesos que cualifican los aprendizajes de las personas y fortalecen el desempeño profesional de los docentes. Una vez más, nos tocó vivir cerca de ella, de su trabajo comprometido con el impulso a un Ministerio de Educación con necesidad de normativa actualizada y explícita. Su trabajo en favor de un Ministerio de Educación, cada vez más eficiente y organizado.
Los lectores pueden investigar la legislación educativa dominicana y encontrarán múltiples documentos como evidencias de la producción participativa que alentó desde su gestión. Las lecciones aprendidas para los que compartimos esa experiencia educativa son duraderas y marcan un antes y un después en el arte de hacer educación en el país de forma sostenida como política de Estado.
Desde el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, la hemos visto trabajar sin descanso y sin horario predeterminado. La hemos visto buscando nuevas alternativas para modernizar un campo cuya disposición al cambio históricamente ha sido lento y problemático. La hemos visto abrirse a nuevas relaciones en el ámbito local e internacional, para colocar la Educación Superior en la dirección que requieren los estándares internacionales y especialmente, la realidad educativa para apoyar los procesos de transformación del país.
Hemos observado a la Profesora Ligia Amada preocupada por el impulso a la investigación y a la institucionalización de las instituciones de Educación Superior. La hemos percibido con renovado entusiasmo y gestos inspiradores al promover el aprendizaje de idiomas distintos al originario; al defender una formación inicial innovadora, científica y pragmática para los jóvenes que estudian educación. La hemos descubierto enérgica, interpelante y recta, cuando el profesorado se resiste a un cambio sustantivo en la práctica; cuando el profesorado muestra una actitud pasiva y poco exigente para construir situaciones de aprendizaje duraderas y significativas.
Hemos constatado su sensibilidad para vibrar e iluminar, cuando tiene la oportunidad de hacer brotar un Proyecto de Educación Superior comprometido con una nueva manera de entender y asumir la dignidad de la Academia, la corresponsabilidad académica y la corresponsabilidad social. Pero además, hemos experimentado su toque de atención, su corrección firme y transparente, cuando lo consideró oportuno y pertinente. Realmente hemos estado participando de la riqueza de una persona que en el campo de la educación es una institución, es una escuela viva, es una universidad abierta y sobre todo, una educadora con criterios muy claros y definidos, sustentados en un potencial iluminador que reorienta actitudes y redimensiona prácticas.
Estamos ante un ser humano con grandes virtudes y grandes fortalezas. Por ser humana, Doña Ligia no es perfecta y por ello, igual que las demás personas, ha cometido errores, que tiene el valor de reconocer y que los asume como principios de investigación, como oportunidades para crecer y reordenar actitudes, relaciones y prácticas.
Estamos ante un ser humano que cree en la educación y que no escatima esfuerzos para construir e interpelar cuando es necesario, para orientar y actuar en favor de una causa justa y para estar presente ante todo cuanto amenace la integridad y la calidad de la educación del país. Estamos ante un ser humano históricamente comprometido, cuya vocación docente ha estado a prueba de fuego, por la cantidad y complejidad de los problemas y de las situaciones que ha enfrentado, dadas las inercias que le ha tocado romper, así como la cultura de trabajo que le ha tocado instaurar.
Pedro Poveda se hace presente en este artículo y comparte hoy con la Profesora Ligia Amada Melo lo expresado en el 1925: los hombres y las mujeres de Dios son inconfundibles. No se distinguen porque sean brillantes ni por lo que deslumbran ni por su fortaleza humana, sino por los frutos…”
Celebramos y agradecemos sus desvelos por una educación mejor y una sociedad más consciente y educada.