Las voces expertas en todo el planeta lo venían advirtiendo desde antes del COVID-19 hasta el punto de que llegó a sonar trillado: el mundo ya no es el mismo y el trabajo es uno de los aspectos que debemos repensar. Realidades como la automatización, digitalización, robótica, inteligencia artificial, economía naranja, biotecnología están transformando las ocupaciones actuales y esto implica la necesidad de revisar todo el sistema de educación y formación de las personas.
La pandemia ha operado como un catalizador de la transformación digital en todos los sectores económicos, y lo que hace un año se visualizaba como una necesidad futura, hoy se convierte en una urgencia que nos pisa los talones.
En nuestro país la necesidad de personas con conocimientos, destrezas y habilidades cada vez más específicos en los puestos de trabajo choca con un sistema educativo con altas tasas de deserción y un desfase entre las competencias para las que se forman los jóvenes y las demandadas en puestos de trabajo de calidad.
A pesar de los esfuerzos que se han hecho para dignificar las carreras técnicas y hacerlas más atractivas, hace falta una reflexión más amplia, una mirada desde el balcón que nos permita entender los diferentes frenos y sus interrelaciones, y que luego se traduzcan en planes de acción a implementar.
En este sentido, creo que la dignificación de las carreras técnicas debe ser abordada en al menos seis dimensiones.
- Más oferta de educación, formación técnica en todos sus niveles, incluida la formación técnico profesional. Hoy que hablamos con tanto ahínco de Marca País, vale la pena recordar que lo esencial es asegurar que el talento humano cuente con las cualificaciones necesarias, y esto no se logra con una propuesta tan limitada de politécnicos y de técnico superior. Ampliar la oferta debe ser nuestra primera y principal tarea.
- Estrategias pedagógicas adecuadas. Nuestra oferta debe asegurar que las personas obtengan los conocimientos y desarrollen las competencias técnicas y conductuales que se necesitan para desempeñarse exitosamente en el mercado de trabajo. Este enfoque del que hoy se habla mucho, debe traducirse en formas de enseñanza y métodos de evaluación apropiados.
- Niveles técnicos articulados. Necesitamos planes de carreras técnicas y no meros caminos que conducen a calles sin salidas o que habilitan techos tan bajitos que no dejan espacio para que las personas crezcan. Hablar de planes de carrera implica articular los niveles de tal manera que las personas puedan transitar desde un nivel hacia el siguiente sin dificultad. Los programas deben diseñarse propiciando conexiones con los niveles subsiguientes en un marco de competencias que se desarrollan sucesivamente.
- Vinculación educación y trabajo. Si los programas de estudios no satisfacen la demanda del sector empleador, sus egresados corren el riesgo de no ser incorporados al mercado de trabajo. Es simple ley de oferta y demanda, lo cual en el sistema educativo y laboral se traduce en abandono escolar y en desempleo. El sistema educativo y el productivo deben desarrollar nuevas y mejores formas de comunicarse sistemáticamente y de apoyarse, ya que su éxito es interdependiente.
- Certificación y reconocimiento. Cientos de miles de personas ocupan hoy puestos para los cuales no recibieron ninguna educación ni formación, sino que han sido el fruto, en muchos casos, de la mera experiencia. Necesitamos desarrollar mecanismos para evaluar estas capacidades, certificarlas y reconocerlas. Estos mecanismos permitirán que las personas puedan tener evidencias de lo que saben y son capaces de hacer y así moverse hacia mejores empleos o retomar los procesos de aprendizaje a partir de lo que saben.
- Gestión del talento técnico. En las empresas, las actividades de reclutamiento, desarrollo, evaluación y compensación de las personas que ejecutan labores de naturaleza técnica deben evolucionar a partir de un conocimiento más profundo de la conexión de los puestos técnicos y su rol en la generación de valor para las organizaciones.
No podemos seguir invirtiendo energías en esfuerzos aislados. Es hora de mirarnos como un todo, pues del esfuerzo de todos depende la competitividad del país: la educación y la formación técnica debe responder a las necesidades del mercado laboral, y al mismo tiempo las empresas deben desarrollar mayor capacidad para gestionar los talentos. Sumando voluntades podremos lograr la dignificación de las carreras técnicas, atraer a más personas hacia ellas y, por ende, mejorar la calidad de vida de los que elijan este importante camino.