Nueva York.-El presidente Donald Trump, contra todas las encuestas y pronósticos, ganó las elecciones y cumplirá un año gobernando. Este 20 de enero, cuando cumpla un año en el poder, quedarán formalmente descartados quienes anunciaron la imposibilidad de su triunfo y la seguridad de su destitución.
Triunfó enfrentando simultáneamente a las élites partidarias y mediáticas, e impone un nuevo estilo de gobernar y hacer política. Hasta hoy, que es todo lo que tenemos, sigue siendo exitoso contra los malos pronósticos, porque impone sus políticas, que es el fin último de gobernar.
Trump logró aprobar su reforma impositiva pre-jurásica, transfiriéndole trillones de dólares de manos de los más pobres a los mas ricos de la sociedad. Para nosotros resulta despreciable, perdimos, pero los recortes impositivos y desregulaciones de Clinton-Bush y los rescates bancarios de Obama hicieron exactamente lo mismo, pero dijeron que eran “buenos”.
Más que perjudicial para inmigrantes y minorías étnicas, Trump ha resultado ser sincero, porque los gobernantes anteriores, Clinton, Bush Obama, ofrecieron hermosos discursos sin conquistas reales, permanentes.
Clinton y Bush persiguieron a los indocumentados. Obama, controló el congreso, pero nunca pasó la reforma migratoria, escogió legalizar temporalmente a los menores traídos por sus padres, pudiendo hacerlo permanentemente.
Trump tuvo éxitos en política exterior, el Estado Islámico, hijo legítimo de la política de Obama, ejecutada por Hillary Clinton en el Medio Oriente, está en desbandada. Eso es innegable.
Los pensamientos felices sobre destituir a Trump chocan con una realidad: los republicanos controlan el Congreso.
La política puede y debe ser guiada por ideologías y aspiraciones, pero siempre estará controlada por realidades insoslayables.
Saldremos de Trump si el investigador especial Robert Mueller lo conecta con una conspiración rusa, o si los republicanos pierdan las elecciones congresuales éste año.
De lo contrario, tendremos Trump hasta que se acabe.