Es un punzante maniqueísmo la vuelta y vuelta a las Primarias, sobre todo con padrón abierto. Una ley no puede disminuir las distintas modalidades de selección de los candidatos de un partido, tanto en las candidaturas electivas como al interior de sus organizaciones. Las Primarias han de constituir una de las tantas variedades y dimensiones que puede escoger un partido político.
Lo importante es que la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas que se apruebe tiene que estar bosquejada bajo el paraguas constitucional y esto no es otro que, los artículos 212 y 216. El 212, Párrafo IV, establece “La Junta Central Electoral velará porque los procesos electorales se realicen con sujeción a los principios de libertad y equidad en el desarrollo de las campañas y transparencia en la utilización del financiamiento. En consecuencia, tendrá facultad para reglamentar los tiempos y límites en los gastos de campaña, así como el acceso equitativo a los medios de comunicación”. El 216, relativo a Partidos Políticos, señala “… Su conformación y funcionamiento deben sustentarse en el respeto a la democracia interna y a la transparencia”. El numeral 1) establece: “Garantizar la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia”. El numeral 3 nos esboza: “Servir al interés nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana”.
Todo lo que salga fuera de esos dos artículos es inconstitucional. La base de la ley de Partidos Políticos se encuentra en esa sombra, cobijado en la democracia interna, en la transparencia, en la equidad, en la objetividad. La opacidad no ha de tener el más mínimo espacio y la falta de rendición de cuentas deberá ser parte de la prehistoria política que hoy vivimos. Una Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas no salva la crisis de ellos, al menos que su liderazgo se reinventen y acusen un nuevo derrotero que relieve la circulación de las elites, en donde se asuma la ética política como soporte de las prioridades, propiedades y compromiso con los intereses societales, más allá de los intereses corporativos, particulares e individuales.
Las Primarias simultáneas con padrón abierto no es una solución para beneficio de la sociedad como un todo. Es la respuesta de un sector político al interior de su partido para dificultar la selección de X o Y candidato y nada más. Esa necesidad de un conglomerado partidario lo quiere legalizar mediante una ley y reducir las múltiples posibilidades de escogencia de candidatos, intra y extrapartidaria.
Unas primarias simultáneas con padrón abierto significan, en la práctica, unas elecciones nacionales dado que sería con el padrón de la Junta y supervisada por ella. Si miramos la evolución del Padrón Electoral, del 2000 al 2016, como lo elaboró Participación Ciudadana en su Segundo Informe OBSERVACION ELECTORAL de Febrero del 2016, como fuentes del Boletín Especial de la Junta:
Para el 2020 el Padrón Electoral rondaría entre los 7, 165,140 y 7, 576,952, que sería un promedio de los últimos periodos electorales con relación a los porcentajes de incremento (12.43). Conviene destacar que los anteriores miembros titulares de la Junta nunca dieron una explicación acerca de la significativa disminución del Padrón del 2016 con respecto a los demás períodos. El promedio entre el 2004, 2008 y 2012 en el % de incremento fue de 15.23. Sin embargo, el incremento del 2016 con referencia al 2012, fue de apenas 4.03.
Si en el 2016 se requirieron con 6,765,136 electores(as), 16,000 Colegios Electorales, con 4,500 Recintos de Votación y cerca de 80,000 personas que trabajaron en los Colegios Electorales; habría que proyectar las necesidades de logística, de operaciones, en las prioridades de los diferentes recursos (humanos, materiales, técnicos). La Junta, con las primarias con padrón abierto, se abocaría a unas elecciones formales-informales con todo lo que ello implica. ¡Que voten 100 como que sufraguen 6 millones, el costo sería el mismo para el país!
Independientemente de los costos involucrados, que es mucho, las primarias simultáneas no disminuyen los riesgos de la transparencia, del clientelismo, al contrario, lo agudiza con mayor peso telúrico y huracanado. Primero, no necesariamente los militantes de un partido elegirían a sus candidatos. Segundo, y más grave todavía, muchas personas que no son de ningún partido, recordemos que los 7, 576,950 de electores en el 2020 pueden votar de aprobarse esa calamidad, esa desdicha, y los que tienen más dinero logran “motivar” a miles de electores a votar por el candidato de su predilección en su partido y por el candidato de su inclinación en la oposición.
Si un partido no puede manejar, construir, elaborar su padrón de militante, de inscriptos, en término partidario, no debería ser partido. Si una organización partidaria no puede manejarse con democracia interna, con transparencia a su interior, no puede dirigir un Estado, una sociedad. Una ley es necesaria, empero, no es suficiente. Lo que importa, nuevamente, es la calidad de los actores políticos, donde la decencia, la asunción de los valores de la democracia que atraviesa por el respeto a la diversidad, a la tolerancia, a la capacidad de interactuar en medio de los conflictos y lograr merced a la negociación, la búsqueda de las mejores soluciones para la organización y la sociedad.
Las primarias simultáneas con padrón abierto son un extravío, un enorme descarrío. Constituiría un infortunio a la vida institucional de los partidos políticos y con ello, una desgracia a las instituciones como la Junta Central Electoral y al Tribunal Superior Electoral. Una ley para “resolver” una disputa interna de un partido. Los legisladores tienen que entender que la Ley de Partidos es una ley orgánica, tal y como lo consigna el Artículo 112 de la Constitución. De ahí que el alcance de su mira tiene que ser más amplio para la construcción de un consenso; que se revistan del Artículo 77, numeral 4: “Las y los senadores y diputados no están ligados por mandato imperativo, actúan siempre con apego al sagrado deber de representación del pueblo que los eligió, ante el cual deben rendir cuentas”.
Ameritamos más competencia electoral, más igualdad de oportunidades, de los distintos actores políticos; no más campañas electorales, no más tiempo en el escenario electoral, no más costos para la sociedad la existencia de los partidos, en fin, que no prevalezca la plutocracia a través de la transmutación y la trapisonda, donde el trasegar es el eje de los que quieren las primarias simultáneas. Nos atenaza solo la idea. Solo tenemos que conseguir pasar, del miedo a perder, a perder el miedo.