Marcando la diferencia, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, investido de presidente de México, dijo que las acciones dolosas, corruptas y de displicencia, a veces criminales, de ministros como de funcionarios de altos cargos, son de entero conocimiento del presidente de turno, que si este no actúa es porque también es cómplice por acción u omisión de esos actos y porque esas acciones corruptas son parte de un sistema del cual los presidentes tienen pleno conocimiento, pero no se atreven a enfrentarlas porque muchas veces es a través de ese entramado que logran ser presidentes o porque son miembros activos de ese sistema. Instintivamente, las colectividades humanas tienden a desvincular a su principal dirigente de las malas acciones, crímenes, robo y atropellos que se cometen en gobiernos o mandatos. Ese instinto es para crear y fortalecer su necesidad/deseo de orden, de legitimar ese orden.
Es recurrente la expresión, “el jefe (de cualquier instancia de poder) es bueno, malos son quienes lo rodean”. “Trujillo era bueno, malos eran sus subalternos y algunos de sus hermanos”. Sus hermanos y subalternos no hacían nada que el tirano no supiera. A la familia de mi madre, en Daza, el hermano mayor de Trujillo la despojó de miles de tareas de tierra, matando a algunos de ellos y en Manoguayabo, el tirano despojó a mi padre de cientos de tareas de tierra agrícola, ganadera y minera. Así como Trujillo conocía las tropelías de sus subalternos y hermanos, Balaguer presidente títere cuando mataron a las hermanas Mirabal, sabía quiénes las mataron, sabía perfectamente quienes mataron a Orlando Martínez (lo confesó con su página en blanco), a Goyito García Castro y a varios líderes opositores de la izquierda y del entonces PRD.
Balaguer conocía los 300 miembros de sus gobiernos que, según él, saqueando el erario se hicieron millonarios, así como todos los presidentes que hemos tenido conocen el origen oscuro y a veces criminal de las fortunas de muchos funcionarios, empresarios y/o familias. Esos 300 nuevos ricos bajo el amparo y complicidad de Balaguer se han multiplicado decenas de veces en los últimos gobiernos, sobre todo en el del actual presidente Danilo Medina. Este conocía el entramado de corrupción en la OMSA, conoce al dedillo quienes urdieron y se enriquecieron con la venta de los Tres Brazos, como también el desfalco, prevaricación y saqueo en INAPA y el CEA, el entramado de corrupción en la distribución y precios de los carburantes. ¿Son sólo sus funcionarios quienes conocen que la mayoría de las promesas hechas a pobladores y pequeños productores en las “visitas sorpresas” no se cumplen? Imposible.
Conoce la depredación y los jefes/depredadores de Valle Nuevo, Los Bermúdez, Cruz de Cuaba, entre otras zonas madres de aguas de la Cordillera Central, que atentan contra las cuencas hidrográficas de los ríos, Nizao, Yaque del Sur y Yaque del Norte, el entramado de corrupción que opera en los hospitales públicos que hace ineficiente la atención médica a los pobres; sabía que cerca de su despacho operaba la oficina del jefe de operaciones del entramado de corrupción de Odebrecht para gran parte del mundo que lo hizo presidente, como muchos otros, y engrosó las fortunas de allegados y de familias tradicionalmente ricas. Como sus colabores, tiene pleno conocimiento de esos sistemas de corrupción y cuenta con ellos para financiar su nuevo intento de reelección el cual ocupa gran parte del tiempo de sus colaboradores y legisladores.
Ese intento reeleccionista, de consecuencias irremediables para el presente y futuro de esta sociedad, sólo se frena con un gran frente opositor de cara a las elecciones congresuales, municipales y presidenciales. En tal sentido, los intentos dispersos de unidad de algunos partidos y grupos opositores puede que tengan escasas posibilidad de lograr una significativa rentabilidad política, podrían ser muy bien intencionados, e incluso podría admitirse que algunas razones podrían justificarlos, pero son riesgos muy peligrosos para el futuro de quienes lo auspician y, sobre todo, para el país. En política, los riesgos no solamente son de quienes lo asumen, lo son para todas las partes de algún modo coincidentes en las razones motivantes del riesgo, por lo cual asumir un riesgo implica una gran responsabilidad ética y política.
Como dice AMLO, todo presidente conoce la estructura de corrupción que favorece a los funcionarios y al jefe del Estado. Con eso AMLO no ha descubierto nada, sólo que, mancando la diferencia, en medio de tantos presidentes corruptos en la región, se presenta como uno que denuncia y declara una guerra frontal a la corrupción. Quien quiera realmente ser como ese presidente/esperanza tiene que tener el valor no sólo de presentar sus cartas/propuestas de intenciones para cambiar el país, sino también las caras reales de las personas con quien haría ese cambio, porque todo presidente sí sabe dónde radica el mal de la corrupción que lastra las sociedades, sabe quiénes hacen ese mal y que la única manera de someterlos a la Justicia y al orden es con gente capaces de hacerlo. Mostrárselos a sus ciudadanos juntos sus programas antes de asumir el poder, podría ser el mejor camino para lograr ese poder.