Nota: Decir de Pereyra, Colombia traído a mi por Augusto Ovando un talentoso periodista, amigo de trabajo y de parranda ya fallecido.
El presidente Abinader conformó un gobierno para una travesía de cuatro años que, como uno de esos vuelos largos, debía ser placentera, gratificante y hasta un poco aburrida. Esperaba algunas dificultades importantes pero nunca de la magnitud de las que, en la vida real, se han evidenciado. En lugar de rutinaria la presidencia de Abinader se ha convertido en el reto de mayor calado y envergadura en la vida nacional desde Abril de 1965.
No vivimos ahora una revuelta antiimperialista ni enfrentamos oprimente dictadura. El Presidente, a su manera y en medio de condiciones extraordinarias y sin precedentes en nuestra historia desata, con el reconocimiento de la independencia del Ministerio Público, un proceso de transformaciones de igual o mayor envergadura que aquella primavera de 1965. El sosiego, aburrimiento o bostezo se ha transformado con cada operación y a veces, con cada interrogatorio practicado por la PGR, en sacudida telúrica.
Contra esa gestión del Presidente Abinader se alza, como adversario poderoso, toda la vieja política acostumbrada a corromperse dentro de cualquier franquicia incluyendo el llamado partido de gobierno, el PRM. Al frente de esa vieja política y la cultura y los beneficiarios de la misma está el inefable Hipólito Mejía quien es ya dueño de casi la mitad del gobierno cuyos titulares o gerentes le responden. En total armonía, se entiende con el clientelismo y el saqueo porque el es como ellos, los representa.
El empresariado vinculado a la corrupción endémica y usufructuario de las mismas impunidades no tiene ningún interés en sanear la justicia ni en adecentar la política. Han vivido bien y hecho fortuna con la vieja política. ¿Para que van a querer cambiar? Se benefician del deterioro que Mejía precipita sobre la gestión del Presidente. Pero, esos vientos, aun soplando juntos, no tumban cocos. El principal enemigo del Presidente y de la paz pública y el mas inmanejable de todos es la inflación y el mayor peligro es que, ese descontento sea aprovechado por la vieja política.
Los precios andan por las nubes y aunque mucha gente sabe y entiende que esa inflación es importada y mundial, se enojan, despotrican y se posicionan igual contra el gobierno. Se sabe que el flete de un furgón de China que antes costaba unos 3 mil dólares ahora cuesta mas de 20 mil, pero igual, eso no es consuelo para nadie.
La gente sabe que los granos, aceites, cereales, lácteos y otros alimentos han alcanzado los precios mas altos en 10 años y en algunos casos hay, desabastecimiento, agotamiento de inventarios, malas cosechas, cambio climático y pandemia, pero de nuevo, eso no mitiga ni resuelve el enojo. Lo mismo con los precios del petróleo que, si suben semanalmente ¿como no va a subir la gasolina y el gas entre nosotros?
En la memoria breve de la gente la cotidianeidad se impuso a la esperanza: “EL GOBIERNO ES CULPABLE” y los del PRM son los primeros en decirlo.
La indiferencia de muchos funcionarios, su manejo autocomplaciente, la ejecución de su propia agenda personal, la ineficiencia de su gestión y la ínfulas de su cargo debilitan la imagen del presidente, gravan a su gobierno con dosis de ineficiencia, incompetencia y derroche que transmiten al país un mensaje equivocado.
La inflación que ya de por si era y es grave se ve peor por la falta de una política y una gestión de comunicaciones efectiva. No es solamente que no parece haber una línea de comunicaciones sino que prácticamente la totalidad del gobierno deja solo al Presidente sin secundarlo en las decisiones mas serias, sin asumir y comprometerse con su gestión y ciertamente si defenderla con uñas y dientes como debería ser en una encrucijada como la que vive el país y el mundo hoy día.
Sobre el descontento cotidiano derivado de los aumentos de precios y la falta de una gestión de comunicaciones otros hechos como los incumplimientos por ineficiencia, el manejo con cultura sectario de asuntos públicos, destituciones mal hechas y ratificaciones igualmente malas amplifican el malestar. La inseguridad ciudadana y en particular algunos asesinatos emblemáticos como parte del accionar de una sociedad insubordinada, consciente y susceptible de desigualdades repudiables y de ilegitimidades repugnantes complican y agravan el cuadro.
En medio de estas dificultades el Presidente se ve asediado por dos contradicciones:
Una la inestabilidad, descrédito, incompetencia y conflictos que surgen de las pretensiones del PRM donde prevalecen las intrigas, el desorden y el caos no el ejemplo del Presidente al que ni siquiera respetan y . . .
Las que resultan del choque entre las políticas propuestas por los sectores corporativos dentro de su gobierno con los cuales tiene afinidad de clase y compromisos de campaña por un lado y los sectores de la sociedad civil que fueron los que impulsaron y decidieron su triunfo electoral y reclaman más democracia. Otros quieren que Abinader responda a una agenda de izquierda de la que nunca ha sido parte y con la cual tampoco asumió compromisos.
Todo parece indicar que detrás de las apariencias, falsedades, deslealtades, oportunismos, posibilidades, oportunidades y esperanzas nos acercamos a una confrontación importante. La vieja política apuesta al reinado de la impunidad; las grandes corporaciones, familias y fortunas apuestan a preservar y acaso ampliar las desigualdades existentes; en el entorno del Presidente algunos apuestan por ellos mismos. En la sociedad civil, los de abajo, la gente apuesta a bajar el costo de la vida y a compartir la carga y las penalidades. En los sectores medio y altos, pero con fuerte impacto en los de abajo, se apuesta a adecentar la política, preservar la paz, seguir saneando la justicia, poner la mano más dura, garantizar el bienestar económico y prosperidad. Como es fácil de entender, algunas de estas apuestas están en conflicto entre sí:
1.- El Presidente tendrá que decidir si responde a la sociedad civil o a las corporaciones, familias y fortunas. A estas últimas pertenece y les debe favores. Con la otra, la sociedad civil se comprometió al cambio.
2.- Sea cual sea la decisión que tome el Presidente y considerando la realidad del entorno en su mandato podría ejercer una opción: despedir a su gabinete en pleno o pedirle la renuncia a todos y quedarse así en libertad de escoger con quienes armar un gabinete de conflicto, de guerra, de crisis o como quieran llamarle porque entramos en zona de turbulencias y los enemigos de este país se frotan las manos.
Dos cosas, como quiera, quedan claras. No todas las demandas pueden ser satisfechas y no todas las tripulaciones pueden navegar un avión en medio de un huracán.