A propósito de la inusitada reducción del precio del petróleo en el mercado externo, y de los precios de las gasolinas y de otros combustibles en el interno, muchos juicios se emiten diariamente sobre el grado de vinculación entre ellos, y muchos artículos han escrito los economistas y otros analistas sobre el tema.
Aquella expresión que se hizo popular de que “cuando sube, sube; y cuando baja, baja” parece haber sido entendida como que los movimientos serían, no solo en la misma dirección, sino también en la misma magnitud.
Independientemente de que reclamemos que en la fijación del precio semanal debe primar la más estricta transparencia, creo que es un error pensar que las variaciones tendrían que ser de la misma magnitud, por dos razones: en primer lugar, porque los precios del petróleo vienen nominados en dólares, y los precios internos en pesos. Entre ellos media la tasa de cambio, que es otro factor a tomar en cuenta. Eventualmente podría darse el caso de que el precio de paridad de importación (PPI) de un combustible baje en dólares mientras sube en pesos, o viceversa.
En segundo lugar, en la determinación de los precios internos intervienen tres componentes: el PPI, los impuestos y los márgenes de intermediación de los transportistas, distribuidores y detallistas. De la única manera que las reducciones serían en la misma proporción es si los tres bajaran simultáneamente. Pero no hay ninguna ley ni razón que diga que así tiene que ser.
Cada semana, para fijar los precios internos, se consideran las variaciones de los precios externos (PPI), pero se mantienen fijos los componentes internos, excepto una porción del impuesto que es ad valorem, es decir, que se aplica según el valor, de modo que es arrastrado hacia abajo por la disminución del precio internacional. De tal manera, los precios internos son más rígidos que los del mercado internacional, sea hacia arriba o hacia abajo.
Mucha gente entiende que si bajan los precios internacionales de los combustibles, por igual el Gobierno debería bajar los impuestos que les aplica. Creo que ese es un razonamiento errado. Veamos las razones.
En prácticamente todo el mundo, los gobiernos aprovechan el consumo de combustibles para cobrarles un impuesto especial; igual que hacen con los alcoholes y el tabaco. Diversas razones lo explican; en el caso de los combustibles son: a) que por motivos de protección al ambiente, se quiere desalentar su consumo; b) que impacta más a los ricos que a los pobres; c) que es bueno para la balanza de pagos; y d) que es un impuesto de alta recaudación y fácil administración.
Algunos gobiernos le cobran un impuesto muy alto y otros más bajo. Hay algunos que incluso pueden optar por no aplicarle ninguno y otros llegan al extremo de subsidiar su consumo, pero a estos la gente los percibe como poco menos que unos idiotas.
En Europa la tradición es la de cobrar altos impuestos a los combustibles. Por eso en dichos países la gasolina y el gasoil suelen ser muy caros. En los EUA y en Latinoamérica suelen ser más moderados. Ciertamente la República Dominicana es uno de los países con más alto impuesto a los combustibles.
Ahora bien, conociendo la realidad económica dominicana, creo que a ningún economista ni funcionario que esté en su sano juicio se le ocurriría propugnar porque se bajen. Ni a un político exento de demagogia. Primero, por la escasa base tributaria del país, el déficit fiscal y la creciente deuda pública.
Pero la principal razón es esta: en un país donde entran anualmente decenas de miles de vehículos lujosos pagando impuestos ridículamente bajos; disfrutando de un subsidio cambiario gracias a una tasa de cambio artificialmente sobrevaluada que constituye un llamado a llenar el país de jeepetas; que pagan de placa menos que por una cena de restaurant por el derecho de circular todo el año usando las calles, avenidas, carreteras, puentes y caminos que construye el Estado; que ocupan la mitad del espacio público de las ciudades sin pagar nada por estacionamiento, y cuyas vías están atestadas de vehículos de todos los calibres, que poco falta para subirnos unos sobre los otros, luce que sería demasiado pedir que además se les baje el impuesto a la gasolina.
Cuando la verdadera solución se encuentra en crear un buen sistema de transporte público y aplicar las leyes y normas universales de tránsito.