La necesidad de los progenitores de involucrarse en la educación de los hijos fue un punto de partida para el inicio de las Escuelas para Padres y Madres (EPM). Conocer su origen y evolución histórica puede ayudar a fortalecer la relación entre la familia y la escuela, un aspecto relevante para lograr una mejor educación de los estudiantes.
La investigación avala que las escuelas y los profesores más eficaces son aquellos que colaboran en gran medida con las familias. La escuela debe ayudar a las familias para que participen en la educación de los estudiantes y, a la vez, que los padres conozcan aspectos de la educación que recibe su hijo y de su conducta en la escuela para poder colaborar con esta, señalan Grant y Ray (2013). De ahí que desde hace tiempo existan al rededor del mundo escuelas para los distintos niveles educativos y también para padres y madres.
Las EPM fueron una de las respuestas al clima social de preocupación por los hijos y su educación, en las distintas edades de la escolaridad. Por eso, los sistemas educativos pusieron al servicio de padres y madres esta estrategia, con el fin de ofrecer formación y ayuda a aquellos padres que tenían necesidad de ser orientados, favoreciendo la prevención de futuros problemas en los niños y adolescentes. Los encuentros entre familia y escuela varían de un país a otro y reciben diferentes denominaciones, tales como escuela de padres, escuela de madres y padres o escuela para padres. Se fundamentan en la implicación de la comunidad educativa y la responsabilidad de los padres como educadores.
Los padres y las madres son los primeros agentes educativos que pueden motivar a sus hijos, ofreciéndoles espontáneamente afecto, seguridad y ejemplo. Así, ellos adquieren su propia identidad y el desarrollo de su personalidad, conforme al equilibrio y conveniencia social, afirma Arteaga (1986).
La educación es un proceso largo que comienza en la familia y luego la escuela, por lo cual, se necesita de ambas instancias para conseguir un pleno desarrollo educativo y personal de los niños. Es evidente que las funciones y responsabilidades son distintas, diferentes, pero lo importante es saber reunir sus diferencias y completarlas de manera que sean contribuciones positivas, pues la desunión de docentes y familia solo acaba en perjuicio de la motivación por el aprendizaje de los hijos. Por eso, se afirma que la educación es un trabajo incompleto si no vincula, además de los maestros, a los padres de familia en el proceso de socialización del niño, y en ellos está la responsabilidad de acompañar y orientar a los hijos para su vinculación con la comunidad y en el proceso de aprendizaje escolar.
La razón principal que justifica las EPM, es que la responsabilidad de educar a los hijos es indelegable por parte de los padres. Otra es la falta de formación para afrontar problemas de sus hijos, referentes a autoridad, ocio, sexualidad, independencia, responsabilidad, enseñanza, entre otros, y la escasa información que se publica al respecto, señala Trujillo Navas (2009).
La familia junto con el centro educativo y la comunidad en general deben trabajar por una educación de los niños más integral, que tenga en cuenta muchos más factores que ayuden a su desarrollo. Debido a esta responsabilidad es importante que los padres y madres se formen y se informen sobre todo lo relacionado con la educación, con el fin de poder actuar y contribuir a su calidad.
Los primeros trabajos para la orientación de los padres de familia se realizaron en el Siglo XIX, siendo pionero Estados Unidos, seguido de Alemania, Francia, y Reino Unido. Estados Unidos y Francia fueron los primeros en organizar de forma sistemática las EPM. Estas escuelas se han difundido por todo el mundo con la finalidad de asesorar, informar y orientar a padres, madres y familias en general sobre las diferentes situaciones que se plantean al ejercer la responsabilidad de guiar y cuidar la formación de sus hijos.
En términos específicos, la literatura señala que en EE.UU se creó en 1815 la primera Asociación de madres de familia, para mejorar la vida familiar y el desarrollo integral de los hijos. Las reuniones tenían carácter religioso y moralista, En 1840 aparecen publicaciones centradas en la educación familiar, entre ellas la Parent´s Magazine. Y en 1897 se celebra el Congreso Nacional de Padres y Maestros. Asimismo, la Fundación Rockefeller contribuyó con la creación de centros de investigación para formar especialistas en la educación de padres y con el apoyo de la Asociación Americana para el Estudio del Niño, funda el Consejo Nacional para la Educación de los Padres. También se crearon organismos a nivel internacional, como la Federación Internacional de Escuelas de Padres, que colabora con la UNESCO, la ONU, y la UNICEF.
Dos hechos a destacar de los inicios de las EPM en los EE.UU son: La creación en 1868 de una Sociedad de Padres que recibía la orientación de psicólogos y otros expertos, para orientarlos en la forma de abordar a los hijos en su comportamiento social y el aprendizaje. Y el Entrenamiento efectivo para Padres de Familia, un curso para padres de familia diseñado por el psicólogo Tomás Gordon en California, el cual se constituyó en la primera Escuela para Padres, que más tarde se amplió a otros estados con más de 300 instructores y 15.000 afiliados.
Las Escuelas para Familias iniciaron en París, Francia, en 1991, como respuesta a las diversas dificultades acerca de la condición de los niños y adolescentes, con el propósito de mejorar y compensar dichas desventajas, bajo la orden de los Jesuitas, denominada Federation Nattionale Desecoles Parents Educateur.
A partir de los años sesenta del siglo pasado, aparecen las EPM en diferentes países de América Latina. Y autores como González et al. (2014) afirman que la finalidad es la formación pedagógica y humana de los padres de familia como educadores naturales, por medio de diversas estrategias y orientaciones para comprender, apoyar y dar respuesta a los interrogantes y a los cambios propios del proceso de desarrollo de sus hijos, en los ámbitos emocional, afectivo, académico y social.
Por último, algunos estudiosos opinan que debido a la importancia que tiene la implicación de los padres y madres en la escuela actual, debe darse formación a los futuros maestros sobre cómo tratarlos, proporcionándoles técnicas y experiencias con diferentes tipos de familias, de manera que cuando ingresen a la docencia sean capaces de conseguir su participación y lo hagan de la mejor manera.