… el mar es el espacio añorado de la vida y del misterio para arrancarle a la soledad la memoria y la autenticidad suprema. Amo al mundo conventual y a la mar abierta; sé que he sido rebelde, lo sé, y que me he asumido de manera errante.
¿Qué es la vida sino una vigilia angustiante llena de períodos íntimos y de vivencias autobiográficas?
Escribir es una forma de descubrir ¿tal vez? nuestros mundos como si fuera un pulso irreverente con los otros; descubrir nuestros mundos interiores desde el silencio; la concepción íntima de la vida desde una doble lectura: lo que somos desde las claves de los duelos oníricos y lo que vivimos como incomprensión de la realidad en la cual nos perdemos en preocupaciones, a veces, vestidas de un dolor intenso… Entonces ¿cómo asociarme a la vida si sólo viajo hacia el interior de mis recuerdos sin prisa?
El presente está lleno de inconsistencias y de situaciones insólitas. Lo cierto es que no quiero re-escribir mis instantes sublimes o aquellos que siento como los episodios que me han marcado. Me gusta re-aprender el pasado, ya que a veces siento desarraigos y me desahogo en la propia inmaterialidad de la vida.
…en solitario escribo porque busco en las miradas una mirada que alzo para envolver de pasos a la nostalgia por lo que no conozco e intento conocer sin temor. Sé que muchos somos de alguna manera unos fugitivos de esta época, porque huimos de las vociferantes mentiras y de los espectáculos. Confieso que tengo miedo a la multitud y a aquellos que sólo traen dolor y desesperanzas, y hacen de la tierra un planeta inhóspito, una cárcel, empujándonos a la desprotección y la ignominia.
…pero algún día debe llegar la rebelión, la bondad, no la hipócrita bondad de los manipuladores de la justicia y de los dictadores de la dependencia.