Por  órdenes superiores  es el primer libro de relatos  publicado por el médico neuropsiquiatra Segundo Imbert Brugal (Puerto Plata, 1943).

I. EL TÍTULO

El título atrae y aprisiona;  no remite a  una simple  noción estereotipada de cualesquiera de los mecanismos de presión  de la sociedad patriarcal, por el contrario,   se articula con la expresión y la  misma  disposición evocativa  con que se pronuncia  “un no-a lugar” en ese engranaje de las leyes del mundo que se apodera de las ideologías bajo las cuales se cobija el ejercicio del poder.

El título no es ingenuo;  por tanto, solo requiere ser  pronunciarlo como una interjección, como  un  fetiche de la arrogancia que se impone a las otras voces que no tienen dominio de nada ni apropiamento de nada; puesto que,  las  órdenes subversivas descompaginan todos los roles, y las órdenes coercitivas son mandatos de hierro, como si fuera un cristal que al ser traspasado  por  un arma de metal subyuga, e imposibilita protegernos del estadillo de sus fragmentos.

Por  órdenes superiores  no es un título furtivo;  es un título que remite, además, a  las complejas jerarquías establecidas en las relaciones de poder, que se dan bajo tensión, que se organizan en base a la debilidad y a las desventuras de los otros. Este  título es como una línea divisora que establece las fronteras  psicológicas entre el sujeto dominante y el sujeto  dominado, que se da sin poner en entredicho el discurso cerrado de una voluntad  que no admite negativas ni ambigüedades, que se trilla como un grito, que separa la legalidad de la ilegalidad (la voluntad personal de la voluntad de mando), y sobrepasa el atreverse a decir “no puedo” o “no quiero”.  Actuar “bajo órdenes superiores” es enajenante e inquietante, es pedestre, nocivo, vulgar, violencia invisible, abyección, arbitrariedad, suprema aberración a la libertad.

II. EL MANUSCRITO

Segundo Imbert Brugal  ha concitado mi atención por meses; hizo que  viajara, una vez más, por los meandros de la literatura, que diera “dimensión” a mis ojos, que mi mirada fuera impertinente  y, mis preguntas,  palabras expiatorias de ese laberinto  por cuyo umbral vamos para  evocar el pasado, olvidar, o agregarle círculos concéntricos para suicidarnos psíquicamente  en el intento de desprendernos del dolor.

El manuscrito de su libro Bajo órdenes superiores (2014)  lo leí  pausadamente, sin apuros. Las 157 cuartillas que lo conforman me hicieron ir por el séptimo pasillo del infierno, encarar una época, climas de intolerancia, lugares que se convierten en andamios desde los cuales la historia es un cromo-enigmático solapado, una realidad donde la muerte se re-inventa, se transforma en terror sin aforismos, sin dogmatismo, sin tesis, alrededor de la locura de los arcángeles del mal.

Cuando un autor como Segundo  Imbert Brugal  deja el exilio emocional  para “atreverse”  a escribir sobre hechos reconocibles  del pasado de la tiranía, es  como si comenzara  a nacer de nuevo, a hacer de la partida un comienzo, de las escisiones en la imaginación un impulso para narrar, y de la auto geografía interior  una voz literaria. De algún modo  tuvo  presente  que la historia, la ficción y los sueños, ciertamente, son iguales a una costura que el inconsciente debe saber cómo zurcir  sin exageraciones, sin fatigarse, escogiendo el contrapunto como técnica para que la aguja no se quiebre por las duras pruebas del vivir cotidiano.

Segundo Imbert Brugal
Segundo Imbert Brugal

Segundo Imbert Brugal  me condujo a ser lectora del  conjunto de sus  historias llenas de  complicados entramados y, de diálogos tematizados  que se entrecruzaban. Desde entonces, no quise ser lectora/confidente, sino lectora/transgresora de su voz narrativa; puesto que no eran historias miméticas las que tenía de frente, sino lecturas que socavaban identidades, ofrecidas por el autor desde la marginalidad de los personajes.

Los trece relatos  que conforman  Por órdenes superiores,   hacen a todos víctimas de un sujeto  excremencial: Trujillo; llamado por sus fieles acólitos El Jefe.

Los relatos del  libro  son  como ráfagas heladas cortantes  (porque hielan el corazón del más indiferente) de esa “gobernabilidad”  asfixiante autoritaria que  son las dictaduras, donde la identidad de los sujetos se cosifica, y la gente confunde el sonido de la sirena de una ambulancia con el aullido de la muerte, confinando a la abigarrada multitud a vivir al ritmo de la pesadilla de la tiranía.

En Por órdenes superiores  afloran  connotaciones existenciales del autor, situaciones de una atmósfera kafkiana que atormentan a quienes están lanzados al vacío, sin saber porqué; lacerados, a punto de ser desaparecidos por su indefensión o  perseguidos, o víctimas de  una fatalidad indescifrable por las cuales transitan.

En diversos contextos y circunstancias Imbert Brugal esboza sus historias  inenarrables;  sin decidir acatar “las órdenes superiores”,  detalla minuciosamente cómo en la Era de Trujillo  liberarse  de la muerte acaso fue  una utopía, una metáfora misteriosa poco flexible, una ceremonia de desasosiego o un paréntesis  para prolongar la supervivencia.

Los trece relatos de Por órdenes superiores  son de una tensión y un nerviosismo  obsesionante,  de proyección de una urdimbre que no fatiga, porque el testimonio es lo que le da carácter  y hace fehaciente a la cotidianidad de una época, ya que  el escritor no tuvo caídas al contar; se dejó acosar por los fantasmas, no hizo de mediador, configuró sus estrategias discursivas, confrontó las esquizofrenias, las fábulas, los desencuentros de los que conoció, y de aquellos que le confiaron sus historias.

Cada relato que conforma  este libro tiene su  propio vuelo emancipatorio, tensiones que van a regir  sus desenlaces (perfecits),  o a hacer trizas  la probabilidad  de estar a salvo los que se permiten el arte de la simulación.

Entiendo que quien  escribe narrativa atrae una mayor vigilancia de la crítica hacia su creación; más aún cuando el autor juega el rol de tener un confesionario  donde  escucha el pathos trágico de la vida de sujetos que se sienten constantemente perseguidos, subordinados a la complacencia o el capricho de un tirano.

Ninguno de los  relatos  de Por órdenes superiores,  entiendo,  han sido escritos  simplemente para mostrar cómo en la Era de Trujillo, muchos renunciaron  a una  existencia digna, y otros se mantuvieron incólumes, sino para romper las barreras que nos incitan a  dejar mutilado el pasado, ya que los seres humanos siempre encuentran rutas para la evasión y para no asumir sus propias contradicciones; siendo, entonces, cuando clausuran las puertas y las ventanas a los ojos de los espías del mundo, porque no sienten la posibilidad de que entre aire fresco a sus habitaciones, lo que hace imposible –en apariencia- que, desde lejos, sean  atrapados  por el monstruo social que traen la proscripción o el destierro.