Si hubiese presentado estas emborronadas cuartillas a mi querido amigo Ramón Font Bernal, ya fallecido, su respuesta sería la siguiente: «No toque esa tecla». De inmediato entraríamos en una discusión de la que siempre obtenía muchas experiencias por la gran capacidad y sagacidad de ese zorro de la política vernácula. En realidad nuestro pueblo ha luchado mucho por la libertad de expresión y no debemos tener temas tabúes. El presidente Antonio Guzmán en su histórico mandato a partir de 1978 encabezó una cruzada para despolitizar las Fuerzas Armadas del grupismo que la había sumido el balaguerato corolario del trujillato. Hoy contamos con instituciones de defensa obedientes al poder civil como debe ser, actitud que enaltece no solo a los militares, sino a todos los dominicanos. No obstante, persisten estertores ideopolíticos que aspiran a mantener a flote en las instituciones castrenses el aliento del tiburón maligno del trujillismo. Esto, aunque luzca como un esfuerzo estéril, atenta contra la institucionalidad democrática.

Sabemos que el trujillismo, constituye un pasado grotesco imposible de aupar como paradigma. Por eso, en estas notas desaliñadas tratamos de reclamar que algunos símbolos del trujillismo vigentes en los cuarteles sean extirpados. No se justifica que a estas alturas del juego, los cuarteles del Ejército en San Pedro de Macorís y Barahona, tengan nombres que exalten al trujillato.

El Cuartel del Ejército de San Pedro de Macorís, lleva el nombre de Pedro Santana, génesis del autoritarismo en el país. Este hombre, sus contemporáneos lo descalificaron por su actitud antinacional. En mi trabajo «Pedro Santana impugnado por sus contemporáneos», aporto pruebas documentales sobre este concepto indiscutible, trabajo publicado en la última revista Clío  de este año.  Pedro Santana como “héroe militar” fue impuesto por el trujillismo en 1954 al crear la “Orden militar del heroísmo capitán general Santana”, que por suerte fue derogada. De igual modo en 1956 se promocionó  una encuesta entre los intelectuales de la época, que pretendía beatificar al tirano Santana. Y en 1952 se ordenó denominar Pedro Santana a un Distrito Municipal de Bánica, Elías Piña.

Tras la extirpación de la célebre “Era de Trujillo”, en 1963 la antigua fortaleza México de San Pedro de Macorís pasó a denominarse “Fortaleza general Pedro Santana”. Esta personalidad no puede ser un prototipo para los militares y el pueblo. En el año 2000 fue creada la Sexta Brigada del Ejército Pedro Santana, con asiento en el referido cuartel. Esas rémoras trujillistas deben desaparecer. Precisamente en ese último lapso, se trató de inaugurar un monumento en el aeropuerto de Constanza en “honor” a los militares caídos en 1959 defendiendo la tiranía trujillista frente a los héroes y mártires  de la raza inmortal del 14 de Junio, quienes con su: «Sangre noble encendieron la llama augusta de la libertad».

A propósito de la gesta del 14 de junio, es insólito que la Fortaleza del Ejército en Barahona, lleve el nombre de “Segundo teniente Sídney Rudy Suero Rosa”, designada con el nombre de este oficial en 1981 (el presidente Guzmán ya estaba en declive) porque fue de los primeros militares trujillistas abatidos por los héroes de Constanza el 14 de junio de 1959, tras su arribo patriótico para luchar contra la tiranía. No cuestionamos al ciudadano Suero Rosa, sino la designación de la Fortaleza con su nombre en homenaje a la cruel represión trujillista contra los héroes de junio. Con esa disposición se vindica al trujillato y se cuestiona el papel histórico de los combatientes por la libertad. Esos enfrentamientos no fueron contra una invasión extranjera, sino una invasión patriótica que llegó a tratar de redimir el pesado fardo tiránico que soportaba el pueblo dominicano por 29 años, en esos momentos.

Los auspiciadores de estos desaguisados, solo persiguen promover entre los militares que el fatídico espíritu de Trujillo predomine en las Fuerzas Armadas. Soslayando que desde los cuerpos armados siempre surgieron de manera constante núcleos que trataron de extirpar el régimen, baste recordar los intentos primarios de Cipriano Bencosme y Desiderio Arias. Luego el general Ramón Vásquez Rivera, el coronel Leoncio Blanco, y el mayor piloto Aníbal Vallejo Sosa, pionero de la aviación militar, que se rebelaron contra el tirano. Por suerte, el Escuadrón de Caballería Área del Ejercito lleva el nombre de Vallejo.  De igual modo el proyecto patriótico encabezado por el capitán Eugenio de Marchena y el comando de artillería del Ejército en la Fortaleza Ozama. El fallido complot de los sargentos en la Base Area de San Isidro y el tiranicidio del 30 de mayo con la participación estelar de militares activos y en retiro como Amado García Guerrero, Juan Tomàs Díaz y Pedro Livio Cedeño y porque no José Rene Román Fernández, con el solo hecho de no haber delatado la conspiración se convirtió en héroe. Esto es solo una síntesis, que nos dice durante la propia tiranía el “Jefe” nunca logró el consenso en las Fuerzas Armadas, no pocos oficiales y soldados recibían un tratamiento infame por la claque direccional trujillista.

Rechacemos a los pretendidos herederos políticos del autoritarismo y su aspiración  que en los cuerpos armados subsista un trasnochado e injustificado espíritu ideopolítico trujillista, que debe ser frenado de plano. Se trata de otra aciaga “página en blanco”, saturada de cieno que debe ser depositada en el lugar que le corresponde: el muladar de la historia.