Los discursos del presidente Luis Abinader y de Eduardo Estrella, presidente del Senado, en la toma de posesión del primero, fueron excelentes, pertinentes e inteligentemente articulados . Hicieron de la juramentación del primer mandatario de la nación ante el Congreso de la República, un inusual refrescante y esperanzador momento. Los discursos potenciaron el deseo de cambio de la población de que la conducción del Estado se haga con institucionalidad y transparencia. Pero, al día siguiente, tres legisladores rompieron sus compromisos con sus electores para irse a ocupar un puesto en el gobierno, al tiempo de anunciarse desde la presidencia de la Cámara de Diputados que se introducirá y aprobaría el Código Penal, sin las tres causales para la despenalización del aborto.
En el caso de la renuncia de los tres diputados, se avivan viejas polémicas alrededor de viejas y nefastas prácticas políticas. Nunca parece zanjarse la discusión sobre si el elector vota al partido o al candidato a un puesto electivo. Parece ser mayoritaria la idea de que, en última instancia, se vota a la persona, no al partido que lo postula. Me inscribo en esa posición, pero sin desvincularlo de manera absoluta del origen del mandato. La propiedad del mismo dura hasta que quien lo ejerza lo mantenga y si por alguna razón este lo resigna, se replantea su origen: fue en la boleta de un colectivo donde fue elegido, bajo la sombrilla legitimadora de las propuestas o programa de ese colectivo, por lo tanto, su mandato debe volver a su origen, al pueblo que es el soberano.
Han transcurrido sólo dos días de la asunción de sus puestos, y estos legisladores abandonan el mandato que le dio el soberano, el pueblo. Una acción que asesta un fuerte golpe a los principios de institucionalidad y representatividad. Y lo peor, siguiendo la vieja práctica, esas curules abandonadas pretenden ser asignadas a familiares de esos elegidos, como si el elector votó por una familia y no por un candidato/partido. Lo justo es que el mandato vuelva a su origen, al partido que lo postuló y en primer lugar al candidato que tuvo la votación más cercana al renunciante de su curul. Por la celeridad del referido abandono y la importancia de los puestos que van a ocupar, podría pensarse que esos legisladores antes de asumir sus mandatos, abrían acordado la toma de esas decisiones. Una barbaridad.
En cuanto a la idea de aprobar el Código Penal sin las tres causales, se reaviva la polémica sobre ese tema. Recordemos: Danilo Medina, en una de las pocas acciones rescatables de sus gobiernos, independientemente de sus cálculos, rechazó la pretensión de la entonces mayoría de diputados de aprobar un código que desconocía el principio de la separación entre las esferas pública y privada. Ese principio consagra la libertad/separación del individuo frente al poder. No importa cuál. Recordemos también, que alrededor ese tema hubo un significativo consenso de que nuestro país debía ponerse a tono con los países del mundo donde, en el tema del aborto lo primero es la vida de la mujer. Lo que se espera de los señores diputados y senadores es que su primera acción sea su renuncia a todo privilegio, a los barrilitos y cofrecitos. No otra.
Esas acciones son contrarias a las demandas/esperanza de institucionalidad de esa nueva mayoría que se materializó con votos, potenciadas en los discursos de Luis Abinader y Eduardo Estrella. Están dadas todas las condiciones para cambiar este país, sin embargo, también creo que esas y otros errores, además de otros que naturalmente se podrán cometer, no dejan de tener su impacto negativo en la esperanzadora subjetividad que se ha creado en torno a este gobierno, potenciada por los excelentes discursos arriba referidos. En ese sentido, independientemente de esas inexcusables acciones, el sentimiento de cambio de la nueva mayoría debe redoblarse para la consecución de los objetivos fundamentales que esta propuso
Ese sentimiento de cambio se expresa con diversos testimonios. Inmediatamente después de la alocución de Luis, mi hija me escribió lo siguiente: “primera vez en mi vida que veo un discurso de un presidente. Por primera vez tengo esperanza”. Es la ilusión de muchos y por eso los hechos que muchos criticamos, entre otros errores, hay que enfrentarlos con decisión para que no se generalicen, porque definitivamente, por ahí no es…