Nueva York.-Existe una relación proporcional, directa e innegable, entre desigualdades económicas, pobreza y criminalidad, todos esos problemas empeoran porque políticos como Hillary Clinton escogen deliberadamente ignorar ese tema.
El último demócrata que abordó la cuestión fue Franklin D. Roosevelt, tras la depresión del 29, impulsó un nuevo contrato social, el “new deal”. Creó el sistema de seguridad social, asistencia pública (welfare) y otras políticas para atenuar las desigualdades.
Nos dejó estrictas regulaciones bancarias, el “Glass-Steagal Act” de 1933, que funcionó perfectamente durante 66 años. Vino Bill Clinton, primero mutiló el “welfare”, luego derogó las regulaciones bancarias en 1999, siguieron la crisis inmobiliaria y el colapso financiero del 2008.
Desde el 99, vivimos una bestial acumulación de capitales por parte de un grupito y una explosión delincuencial. Como sólo un grupito monopoliza el dinero, mucha gente termina delinquiendo, encarcelada, transfiriendo más dinero al mismo grupito, propietario de cárceles privadas.
Profundizando las desigualdades, empobreciendo más a los pobres, el miembro de la familia en edad productiva encarcelado, no aporta al presupuesto familiar.
Es causa y efecto, física elemental.
Bernie Sanders plantea nuevas regulaciones bancarias y reducir las desigualdades. Pero Hillary cambia el tema. Plantea que necesitamos una mujer presidenta, nos distrae de las desigualdades, para concentrarnos en su proyecto narcisista: “Hillary para América”.
El año pasado, los banqueros que financian a Hillary, le pagaron varios millones por unas “conferencias secretas”. Hoy el discurso contra las desigualdades aumenta la popularidad de Sanders, y Hillary, arribista consagrada, lo asumirá.
Hablará contra los banqueros que la financian, confundiendo a muchos que buscan cambios reales.
Las primarias de Nevada y South Carolina sugieren que Hillary, financiada por banqueros, y Trump, dueño de bancos, serán las “opciones”. Así alcanzaremos la igualdad entre los votantes estadounidenses lobotomizados, y los micro-cefálicos latinoamericanos, hijos e hijas del Zika.