Estoy seguro — cada día, con tantos políticos haciendo campaña, me sirve para afirmarlo— que lo único que no escasea en esta patria ("Patria, patria, ¡qué rica está la patria", a ritmo de merengue y según el estilo de cualquiera de nuestros noventa combos) es el político dispuesto a sacrificarse por ella… ¿Por qué (y no es que yo sea haragán) esta patria ya tan vieja necesita tanto sacrificio? Creo que lo que necesita esta patria, más que obsesivos sacrificios, así, generalizados por todas partes, es más consideración y respeto… por ejemplo, que no le levanten tanto la falda, porque tiene las piernas muy flacas (¡pobrecita!).