La designación de Roberto Álvarez como próximo Ministro de Relaciones Exteriores de la República Dominicana (MIREX) constituye un hito trascendental para el impulso y desarrollo de las relaciones internacionales del país. Ello porque por, primera vez en lo que va de siglo, estará al frente de dicho Ministerio un estudioso y conocedor de las relaciones internacionales y de la política exterior.
La política clientelar instaurada en la médula del tejido social dominicano no hizo excepción en la política exterior nuestra y en el cuerpo diplomático que habría de aplicarla tanto en las relaciones bilaterales como en las relaciones multilaterales. De ahí que, más que política exterior, hemos tenido políticos en el exterior; toda vez que los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) hicieron uso del MIREX para satisfacer cuotas partidarias. De tal suerte que los titulares de nuestra Cancillería resultaron ser los presidentes de partidos aliados, en lugar de versados en las ciencias de las relaciones internacionales. Y ellos, a su vez, designaron en las distintas misiones a dirigentes de sus organizaciones que más que agentes diplomáticos, devinieron en políticos en el exterior.
Albergo la esperanza de que en la nueva gestión se impongan, como modelo de nuestra política exterior, los criterios de científicos, académicos y verdaderos diplomáticos. Pues la solidificación de las relaciones internacionales del Estado dominicano requiere más de científicos sociales del ámbito del derecho internacional, la diplomacia, la geopolítica, el derecho internacional ambiental y del derecho internacional de los derechos humanos, que de políticos en el exterior.
Para entender la necesidad del giro que se necesita basta aproximarnos a entender la naturaleza jurídica de la política exterior, es decir comprender qué es e identificar los medios a través de los cuales se aplica. Por ello comparto como la concibe el Diccionario de Política Internacional de Edmundo Hernández Vela-Salgado, para quien la política exterior se define como “[e]l conjunto de políticas, decisiones y acciones, que integran un cuerpo de doctrina coherente y consistente, basado en principios claros, sólidos e inmutables, forjados a través de su evolución y experiencia histórica; permanentemente enriquecido y mejorado; por el que cada Estado, u otro actor o sujeto de la sociedad internacional, define su conducta y establece metas y cursos de acción en todos los campos y cuestiones que trascienden sus fronteras o que pueden repercutir al interior de las suyas; y que es aplicado sistemáticamente con el objeto de encauzar y aprovechar el entorno internacional para el mejor cumplimiento de los objetivos trazados en aras del bien general de la nación y de su desarrollo durable, así como de la búsqueda del mantenimiento de relaciones armoniosas con el exterior”.
Entendida la política exterior en el contexto antes señalado se evidencia la necesidad de prescindir de los políticos en el exterior y dar paso a una nueva política exterior, cimentada en las capacidades académicas de los agentes diplomáticos internos y externos que posean las habilidades para diseñar políticas que permitan aprovechar ese entorno internacional y fortalecer los lazos del país con el resto de la comunidad internacional. El designado Ministro Álvarez, sin dudas, presenta las credenciales académicas y la experiencia, dada su probada carrera en el servicio exterior. Su designación compromete al resto del cuerpo diplomático, pues los niveles inferiores deben de estar a la altura de la cabeza. Y al no tener a un político desde ese Ministerio reduciremos significativamente a los políticos en busca de transformarse en políticos en el exterior.
Finalmente, reconozco que no será fácil vencer esas viejas prácticas, pues en el nuevo partido que asume la conducción de las cosas públicas de seguro campean a su largo y ancho políticos que también quisieran ser políticos en el exterior; que asimilan la política clientelar también para ellos. Esto, junto a la necesidad de la formulación de una política exterior coherente, proactiva y cónsona con los valores y principios de la socialdemocracia, sobre la base de nuestros intereses nacionales, consignados por demás en la Constitución de la República, constituyen el principal reto o desafío, para el Partido Revolucionario Moderno, el Presidente electo y el nuevo Canciller.