La poesía escrita en Italia en el siglo XIX, ha sido una poesía de visión fundadora en el contexto del cosmos que involucra nacimiento, rebelión y lenguaje en la modernidad. Los signos presentificadores del alma romántica y los sueños, tal como lo ha mostrado con profundidad Albert Beguin en un libro ejemplar sobre la poesía romántica europea. (Ver, Albert Beguin: El alma romántica y los sueños, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1989), iluminan oscuridad y claridad en el poema romántico.
Pero en la poesía romántica italiana el movimiento del espíritu y lo real se abrazan en el poema, tal como se puede leer y comprender en los Cantos de Giacomo Leopardi, quien no solo le cantó a los grandes mitos griegos y a las figuras emblemáticas de la cultura clásica y la moderna, sino también al gran universo creado e impuesto por un todopoderoso lejano, distante del hombre alienado por el trabajo, la experiencia social, la política y el poder.
El poeta romántico italiano nacido a finales del siglo XVIII el 29 de junio de 1798, en la ciudad de Recanati, constituyó un camino donde el movimiento épico-lírico del poema moderno sobresale por sus ritmos, estructuras expresivas e imágenes universales y nacionales.
G.Leopardi (1798-1837) fundó un espacio poético y un lenguaje expresivo de mundo que fecundó la poesía italiana en la primera mitad del siglo XIX, de tal manera que el canto patriótico, el canto íntimo y el canto nostálgico fueron cobrando significación en base a núcleos de visión, ilusión y espíritu de creación.
Es por eso que las líneas tangibles de los Canti leopardianos, acogen historia, consciencia, imaginación y espíritu de la época. El poeta italiano ha hecho de los principales símbolos de la tradición el fundamento de un poema de amplios registros sensibles, tal como se puede leer en sus Cantos y en obras tales como Zibaldone de pensamientos, y el famoso Discorso di un italiano in torno a la poesia romantica.
Es importante destacar que en sus Lecciones de literatura italiana, Max Henríquez Ureña, omite al poeta italiano. Leopardi no figura como autor, ni fue tratado en dicho curso como autor de importancia que fue, no solo de una poesía fundadora, sino también de una prosa de grandes constelaciones filosóficas y humanas.
Así pues, Max Henríquez Ureña no encuentra en su curso enlaces entre Leopardi, Fóscolo, Carducci, Rapisardi, Stechetti y otros. El tema de la patria, el amor, la soledad, la tristeza, la calamidad y el sentimiento de eternidad se acentúan en las poéticas italianas de finales de siglo XIX y comienzos del siglo XX. Los contenidos de un poema que cobra valor en las formas de la poesía italiana moderna y contemporánea del siglo XIX y XX.
Por qué a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, la poesía italiana presentada por MHU en sus Lecciones conforma un mapa del espíritu moderno europeo que se hará visible en la contemporaneidad del siglo XX y en su cultura literaria y artística. Dicho fenómeno se acentúa como lenguaje de libertad, forma y creación tanto en los bordes como en los ejes de la creación literaria de anteguerra, postguerra y Guerra Fría.
Los evidentes cambios y formaciones poético-discursivas evidencias, una travesía del síntoma como lenguaje, respuesta y registro o resistencia sociocultural, en un marco de ruptura/tradición que conforma una diversidad de discursos poéticos asumidos en Italia a partir de los orígenes mismos de la vanguardia.
MHU alcanza a conocer la vanguardia y los acentos de la creación literaria contemporánea, tal y como se observa en De Rimbaud a Pasternak y Quasimodo (1960); los problemas políticos, literarios y culturales de la época se expresan desde el lenguaje mismo de la obra.
El conocimiento de una literatura como la italiana ha tenido a través de su larga historia risorgimenti diversos y estallidos ideológicos sensibles y productivos.
Así las cosas, la inclusión a comienzos de siglo XX, del Futurismo y Marinetti (1878-1949) produce en el ámbito italiano del siglo XX otros efectos de lenguaje y otras lecturas del poema contemporáneo, entendiéndose de esta manera una diversidad y una doble inscripción que apunta a transformaciones formales y rebeldes de la literatura. De ahí que en la lista de ideas nuevas, (230), Max tome como referencia de esta formación vanguardista un registro como el Manifiesto Futurista donde los primeros tres puntos plantean objetivos generales de dicha tendencia:
1- Queremos cantar el amor del peligro, el hábito de la energía y la temeridad.
2- El coraje, la audacia, la rebeldía, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3- La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el impulso de la carrera, el salto mortal, el golpe y el puño.
(Vid. Lección Decimonovena, Obra y Apuntes, op. cit. p. 98)
¿Por qué cita Max estos fragmentos del Manifiesto Futurista? La literatura italiana y europea en general, le ha declarado la guerra al conservadurismo de la tradición y por lo mismo quería contribuir a la creación de un nuevo lenguaje poético mediante la velocidad y el movimiento del poema y del arte. Marinetti y los Futuristas contribuyeron a la transformación del poema como sentido, cosmos y política de las entidades creadoras de un nuevo siglo que debía replantearse de manera abierta, un compromiso con las implosiones contemporáneas, constituyendo discursos atrevidos, violentos y transformadores.
Por eso su Manifiesto alerta y afirma el contenido de un orden libertario, productivo y liberador:
“4- Afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carrera, con su adorno y su tubería semejante a serpientes de hálito explosivo…, un automóvil rugiente que parece correr sobre metralla, es más bello que la Victoria de Sannotracia”. (Ibídem. Op. cit.)
En efecto, el punto número 4 del Manifiesto… argumenta un nuevo modo de vida del poema, el arte, la literatura y la cultura del entonces siglo XX.
MHU reproduce aquellos puntos que mueven a una nueva comprensión de la creación poética “rápida y furiosa”, una nueva imagen veloz, que fue y es el cine, un mundo para la acción poética y artística como creación y discurso de lo que viene, es decir, de la “futuridad”.
Así, el Manifiesto que reproduce Max se explica, en sus ejes de acción, pensamiento y creación:
“Otros cabos sueltos: no hay belleza sino en la lucha: ninguna obra que no tenga carácter agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un violento asalto contra las fuerzas ignotas, para reducirlas a que se postren delante del hombre”. (Ibídem.)
Los Futuristas truenan, explotan, liberan sus estados de creación mediante el arte y la literatura en movimiento y velocidad:
“¡Estamos en el promontorio extremo de los siglos!”. El Tiempo y el Espacio murieron ayer: vivimos ya en lo absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente”.